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Un poema en la pared

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photo_camera Sanitarios atienden a un paciente. BRAIS LORENZO (EFE)
Se ha muerto Joan Margarit, el poeta que en una de sus obras pide que no se tiren las cartas de amor. Más bien lo recomienda, lo aconseja para tener algo a lo que agarrarse al final del viaje, cuando todo cansa; hasta los libros, hasta la belleza. Al leerlo recordé otro poema que cuelga en la sala de espera de la planta de geriatría del Hula. Desconozco su autor y no tengo claro que sea un poema, pero lo escrito en aquel cuadro viene a advertir a quien lo lea de que las personas allí ingresadas, que luchan por engancharse un poco más a la vida, fueron en su día un cóctel de pasión, errores, odio, lucidez, amor... y que no han dejado de serlo aunque el tiempo las haya postrado en una cama a cuyo pie alguien recuerda escenas plenas de pasión, errores, odio, lucidez y amor; alguien que no necesita leer nada en la pared de una sala de espera. Esta pandemia pretende que aceptemos como normal que la vida de los mayores valga menos que las de quienes ven lejos la planta de geriatría. Eso es porque nunca ha estado a los pies de una de esas camas, porque nunca ha leído un poema, porque no sabe que, aunque no lo parezca, esas almas rasgadas por el inmisericorde paso del tiempo están recordando cartas de amor.

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