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Una pared llena de vida

Cerca de casa hay una pared a la que me cuesta imaginar un origen. Desde que la conozco está llena de carteles. Uno sobre otro. Como un Twitter hecho a base de celulosa. A lo mejor en su día fue un bajo comercial, o la entrada de un garaje... no sé, me resulta complicado encontrarle otra vida distinta que la suya, la más rica que se pueda imaginar. Una orquesta luce allí sus mejores galas y el día menos pensado es tapiada por un rally, que una vez convertido en historia deja paso a una de esas fiestas con sesión vermut; aniquilada por las caras de quienes se presentan a las elecciones de turno. La vida misma y las cosas que vienen con ella provoca que el muro engorde. Llega un momento en que los papeles abandonan sus lindes y hay que intervenir ante el peligro de que invadan la acera. Entonces, por unos días se adivina lo que hay en la base, lo que sostiene tanta actividad; parece madera, pero no apostaría nada. En todo caso, allá al fondo, sobre ese origen, se adivinan pedazos de un pasado muy lejano. Trozos de caras, en su mayoría, alguna sigla... Me gusta jugar a completar el puzle, pero es muy complicado. Imposible. Por aquí dicen que son carteles electorales a los que se les han borrado las promesas.

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