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Música multiplicada

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photo_camera Lou Ottens, con su mágico invento. EFE
Se ha muerto Lou Ottens y los de la generación que este fin de semana tenemos una cita con AstraZeneca —años arriba, años abajo— estaremos siempre en deuda con él. Ingeniero holandés, trabajó toda su vida en la fábrica de Philips y suyo es un invento que hizo la vida mucho más dichosa para millones de personas: la cinta de casete. No voy a explicar cómo funcionaba el mundo a la hora de escuchar un disco en los 80; el que lo vivió lo sabe y los que nacieron de la época del e-mule hacia delante dudo mucho de que lean esto. Pero lo cierto es que un disco era un artículo de lujo que caía en tus manos dos o tres veces al año y en la calle había demasiados acordes apetitosos. Así que la única alternativa pasaba por el invento de Ottens. Solo había que conseguir un disco original y una torre musical para grabarlo en una cinta, cuyo precio sí estaba al alcance de todo el mundo. Del vientre de ese casete nacía después otro, que a su vez engendraba otro, estableciéndose una cadena que funcionaba tan bien como las de producción de la Philips. Ha tenido que morir para que nos enteremos de quién estaba detrás de ese milagro que multiplicaba la música como si fueran panes y peces. Ahora solo falta saber quién compraba los discos originales.

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