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Un Mundial sin playa

Llevaba un tiempo buscando una disculpa para ver este Mundial, pero he optado por rendirme. No la encuentro. Creo que no existe. No la necesito. Lo voy a ver como he visto todos desde que soñaba con jugar uno, desde que hacía cuentas para saber cuál me tocaría. A Italia 90 hubiese llegado muy joven, el mío era Estados Unidos 94, o Francia 98... incluso Corea y Japón 2002. A Alemania 2006 solo podría haber ido como vieja leyenda. En Argentina dirían que formo parte del Ejército de ‘los que no llegamos’, de los que cada cuatro años nos ponemos nerviosos para ver el Mundial, porque los niños siempre se ponen nerviosos cuando se acerca una fiesta. Creo que va a ser un desastre de campeonato, que es una vergüenza que le hayan concedido la organización a Catar; que el invierno, la lluvia y la oscuridad no tiene cabida cuando se pone en juego la Copa del Mundo, y que después de ver un partido por la televisión se debería de poder bajar a la playa o al parque a correr detrás de una pelota y a soñar que a Italia 90 no, pero a Estados Unidos 94 sí es posible llegar. Pero ya ven... la niñez de Serrat sigue jugando en las playas del Mediterráneo, la de otros, menos lírica, asoma cada cuatro años para ver fútbol. Aunque a orillas del mar llueva.

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