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Las miserias del calendario

Mick, pero non nun antro de Lugo. EFE
photo_camera Los Rolling Stones, en Madrid. EFE
Cuando se empezó a hablar de la última oportunidad para ver a los Rolling Stones en directo aún iban por mitad de carrera. Pasa como con Rafa Nadal, que uno se sienta delante de la televisión con miedo a que su lastimado pie diga basta, y a las dos horas su rival se está preguntando por qué no le haría caso a su madre cuando le decía que siguiera estudiando, en la época en que Jagger y compañía empezaban su enésima gira definitiva. No seré yo el que desee el final de la carrera de los Stones, y tampoco la de Nadal, pero la cosa empieza a asustar. Es como si el reloj solo corriese para los mortales mientras unos corretean por un escenario a la edad de empezar a ponerse en paz con Dios (en este caso con el Diablo) y el otro cada día le pega más fuerte a la pelota. Tal vez escriba esto desde la envidia, pero creo que el día en que esta gente deje de hacer trampas con el reloj voy a dormir más tranquilo. O los años pasan para todos o no pasan para ninguno, lo que no puede ser es que uno sea fiel a las miserias del calendario mientras otros juguetean con la inmortalidad. Tal vez escriba esto desde la envidia... pues claro que sí, desde lo más profundo. Desde un lugar que nunca conocerán ni los Stones ni Nadal. Desde la mortalidad

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