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Meterse en política

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photo_camera Pablo Iglesias, tras anunciar su abandono de la política. KIKO HUESCA (EFE)
Ya se lo dijo en una ocasión el general Franco a uno de sus ministros: "Haga como yo y no se meta en política". Y es que es esa una actividad que en España no ha estado nunca muy bien vista. Antes, porque había políticos que hacían cosas que se sabían, pero no se podía decir, y ahora porque los hay que las hacen aunque se sepa y se diga. Vivimos en un país en el que ya nadie se extraña por ver a un expresidente responder preguntas ante un juez; o a un ministro pasar una temporada en la cárcel, o a un consejero de una comunidad autónoma, o a un alcalde, o a un concejal... son tantas las dianas a las que apuntar que los medios de comunicación y la sociedad misma se cansa y acaba por guardar sus flechas. Salvo cuando aparece una pieza de caza mayor como la del ya abatido Pablo Iglesias. No entro en si se lo ha merecido, solo destaco la distancia sideral sobre el segundo en una carrera en la que, a priori, no hay tanta diferencia entre los participantes. Marqués, coletas, chepas y rata, por ese orden, fue cómo se refirieron a él sus enemigos en las redes sociales. Todos a la vez, en coro, como un ejército internauta en el que, al contrario que Franco, sus generales parece que sí se metían en política.

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