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Dos lugares inalcanzables

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Hay lugares a los que ni las musas llegan. Ni se acercan. Uno es el mundo de los sueños; que es el nuestro, pero sin frenos. Por eso hay mañanas en las que uno no entiende cómo su vida pudo haberse pasado la noche en semejantes barrios. Es mejor no perder el tiempo buscando un sentido, una razón. En esos viajes el conductor maneja unas riendas, pero estas no tienen donde atarse... flotan en todas direcciones. El otro lugar más allá de la imaginación es el cerebro de los niños. No hay guionista, poeta o novelista que se acerque a la manera que tienen esas mentes en formación de descifrar lo que les rodea. Esa facilidad para mezclar lo simple y lo complejo en una frase se pierde al mismo tiempo que la inocencia.

A mí se me mezclaron esos dos lugares inalcanzables mientras dormía la pasada madrugada. Iba a buscar a mi hijo al colegio y en la puerta, solitario, triste, cabizbajo, había un niño sentado. Tendría unos tres años y su expresión era de melancolía pura. Me acerqué a él. El sueño fue en gallego y esta que sigue es la conversación que tuvimos.

—Como estás?

—Coma se non nacese.

Hay lugares a los que ni las musas llegan. Ni se acercan.

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