HACE POCO me tocó cubrir la visita de Alberto Núñez Feijóo a un concello de la Galicia que se vacía poco a poco. Los dos actos en los que participó tenían que ver con los mayores, con los pocos pobladores que quedan en esos lugares. Y ahí no tiene rival. Después de muchos años recorriendo la comunidad, Feijóo sabe exactamente cómo tratar cada situación, dónde pararse, qué sonrisa poner... hasta los saludos con la gente parecen guionizados.
Me acordé de ese día cuando lo vi despedirse para cruzar Pedrafita camino de Madrid, sobre todo cuando le escuché decir que no tiene pensado hacer una política de tuits y trincheras. Ojalá lo cumpla y de paso contagie a los demás. Sería un triunfo de todos, los de un lado y los de otro, pero la empresa se presenta complicada. Eso de lo que pretende huir es la moda que reina en la capital y funciona mejor que la verdad misma. Tiene el ejemplo más claro en la estrella de su partido, en la presidenta de la comunidad a la que se traslada. Así que antes de saber el resultado del duelo contra Pedro Sánchez habrá que estar atentos a la lucha de estilos dentro del PP. La apuesta que lanza antes de abandonar Galicia es arriesgada. Sabe perfectamente que más allá de Pedrafita sí hay rival.
