Me pasé la la infancia leyendo las aventuras de Mortadelo y Filemón, obras maestras en las que España, lo español, siempre estaba relacionado con lo chusquero, con el desastre, con la derrota. Por si tenía alguna duda llegó el Mundial 82 para disipármela. Sí, España era una ruina. Ibáñez tenía razón. El papel de aquella selección fue tan ridículo que dejó marcada a toda una generación, a un montón de niños que vivíamos ilusionados porque nos habían contado que íbamos a ser campeones del mundo. ¿Y cómo no creerlo si en aquel equipo estaba Arconada?
Los protagonistas de los recreos eran por entonces los jugadores de la Real Sociedad, sobre todo su portero, el gran Arconada, un tipo que volaba y por el que había peleas para suplantar su identidad. Todos éramos de una Real que ganaba ligas y copas.
Me pregunto cómo se verá España si a tu primer Mundial le pone el epílogo Iniesta con un gol en la prórroga. Así es muy fácil pasar una infancia. Así cualquiera se ata al cuello una bandera para ver un partido de la selección. Pero ojo, la Real jugará la próxima final de Copa. ¿Se llenarán otra vez los recreos de camisetas blanquiazules? ¿Volverá España a ser una ruina?
