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Llevo un par de días...

Proc/JFIF/EFE-Calidad:Excelente
photo_camera Figura de Maradona en una tienda de Nápoles. EFE
Llevo un par de días intentando escapar de Maradona después de haberme pasado toda la vida persiguiéndolo. De hecho, me he propuesto no escribir sobre él en esta columna. No prometo nada. Me pongo delante del televisor con un universo de colores por delante, pero no sé por qué acabo apretando en el mando el botón del 10. Abro internet y ahí está también; que si su entierro, que si sus goles, que si sus hijos, que si sus adicciones, que si su carácter inestable, que si sus problemas de salud. Leo que un empleado de funeraria se sacó una foto con el cadáver de Maradona levantando el pulgar junto al rostro del ángel caído. Creo que lo están buscando para bajarle el dedo. En las webs recortan la foto para que no se vea la cara de Maradona. Me llega un mensaje por WhatsApp y es la imagen al completo. Y ahí está Maradona... muerto. Es la única manera que le quedaba al mundo de verlo. Ya lo conocía de niño, de joven, más allá del cielo celeste y blanco, de bajón, gordísimo, cojo, atrofiado, deprimido. Que alguien lo espere junto a su tumba tres días después de enterrarlo porque igual aún hay una foto más. Pero yo no quería escribir sobre Maradona. Mejor borro esto y empiezo de nuevo. Llevo un par de días...

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