Los libros y las rosas regresaron a Barcelona el pasado viernes. El día de Sant Jordi recuperó su esencia en la calle y le demostró a la pandemia que empieza a perder terreno ante los buenos. Es una jornada envidiable que de alguna manera se puede concebir pese a suceder a 1.000 kilómetros de distancia. A 500, y a la misma hora, la turbia campaña electoral de las elecciones a la comunidad de Madrid se manchaba un poco más en un debate radiofónico que Pablo Iglesias abandonaba después de que Rocío Monasterio cuestionase la veracidad de la amenaza en forma de carta con balas que había recibido el candidato de Unidas Podemos. Mirando atrás, no hace mucho, a raíz de una sentencia al rapero Pablo Hasél, y también antes, allá por 2019, tras conocerse la de los políticos del procés, Barcelona, la misma por la que ayer correteaban libros y rosas, se manchaba en noches de fuego y cristales rotos. Así que no perdamos la esperanza. Tal vez dentro de unos meses, cuando estas macarras elecciones pasen a la historia, Madrid recuperará la imagen de ciudad que siempre ha tenido. Y para ello no hará falta que salgan los libros y las rosas a la calle. Bastará con limpiar un poco la suciedad que se ve estos días.
