Blog |

La profecía del Bernabéu

River Plate y Boca Juniors viajaron 10.000 kilómetros para jugarse la vida en una mano a mano que tuvo aroma al fútbol de antes. Al de verdad. Por una noche, el Santiago Bernabéu volvió a ser Chamartín. Y qué final, amigos, qué final...

Proc/JFIF/EFE-Calidad:Excelente

EN EL PRINCIPIO creó Dios los cielos y la tierra...

...y en esa tierra creció la hierba para que los hombres pudieran jugar al fútbol.

He dejado pasar unos días para hablar de lo que vi el día 9 en el Santiago Bernabéu porque muchas veces las narraciones en caliente se terminan alejando de la realidad con el paso del tiempo. El frío es más sensato. El relato se acerca más a la realidad cuanto más masticado. Tiene un inconveniente: pierde pasión. Tranquilos, no es el caso.

La biblia del fútbol, ese libro imaginario en el que se recogen los partidos, los jugadores, los goles, los penaltis, las alegrías, las aficiones, las injusticias, las lágrimas... y todo lo que hace que este deporte merezca contar con una biblia, se abrió el pasado domingo para registrar un nuevo capítulo. La final de la Libertadores entre River y Boca.

Y dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde...

La batalla entre los dos grandes del fútbol argentino vino a morir al Santiago Bernabéu, al gran templo del fútbol moderno, pero nunca dejó de pertenecer al Antiguo Testamento, al de las luchas, al de las guerras. Comenzó un mes antes con el diluvio universal, que retrasó 24 horas el partido de La Bombonera, y falta por saber si el que lanzó la primera piedra contra el bus de Boca estaba libre de pecado. Lo dudo.

River se presentó en la capital de España liderado por Gallardo, hijo de Francescoli, hijo de Ramón Díaz, hijo del Beto Alonso, hijo de Amadeo Carrizo, hijo de Ángel Labruna, hijo del fútbol que busca el éxito a través de la belleza.

El jefe de Boca era Guillermo Barros Schelotto, hermano de Riquelme, hijo de Maradona, hijo de Blas Giunta, hijo de Roberto Mouzo, hijo de Antonio Ratín, hijo de Rojitas, hijo del ganar como sea y donde sea, sin perder el tiempo en tonterías como la manera de hacerlo.

Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda hierba que da semilla que está sobre la faz de toda la tierra...

Del Santiago Bernabéu se hablaba ya en el Antiguo Testamento, pero por entonces se llamaba Chamartín. No queda ni el nombre. El coliseo en torno al que ha crecido la capital de España es desde hace tiempo uno de los grandes testigos de las historias del Nuevo Testamento del fútbol, de llegadas de mesías que multiplican goles y peces y que en verano caminan sobre las aguas de Ibiza. Historias de mercaderes que, como recuerda Robe Iniesta en Jesucristo García, ocupan templos como el que se alza en plena Castellana.

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?

El River-Boca del Bernabéu fue el partido de la historia al que más gente quiso ir y no pudo. Millones de argentinos se dejaban la vida delante de la televisión mientras 62.000 afortunados asistíamos en directo a la final soñada en el país en el que se sueña a diario con el fútbol, a un River-Boca con la Libertadores en juego, la (el) final del mundo, un duelo que parte por la mitad Argentina y todo lo que en ella habita. Incluidas familias en las que cohabitan hinchas de los dos equipos. Hermanos que mientras rueda el balón luchan por convertirse en Caín y por no terminar como Abel.

Falta por saber si el que lanzó la primera piedra al autobús de Boca Juniors estaba libre de pecado

Como buen relato del Antiguo Testamento, lo que más tuvo el partido fueron batallas, guerra, sangre... El fútbol, hasta que entró Quintero y conectó con Nacho Fernández, fue solo una disculpa para que el Bernabéu se convirtiese en el lugar más recontralindo del universo. Cada balón dividido tenía el valor de una vida y tras cada decisión del árbitro reventaba una garganta.

Al acabar el encuentro, antes de empezar la prórroga, un nativo a mi lado se puso en pie y resumió lo visto a través del Iphone. "El ambiente muy bien, animan mucho, pero los equipos son muy malos... no sé, como uno de Segunda de aquí". No había entendido nada. Estaba analizando el River-Boca como si fuera un partido de fútbol. Aquel chaval se equivocaba de Testamento... me atrevo a decir que incluso de religión.

La final que empezó en Buenos Aires tras un diluvio de primavera y no pudo acabar en el Monumental por culpa de una lluvia de piedras vivió su epílogo una noche de invierno en Madrid que será recordad para siempre por los últimos minutos de la prórroga.

Una plaga asoló a Boca: primero la roja a Barrios, después el golazo de Quintero y más tarde la lesión de Gago... River se sentía campeón, tenía en la mano la gloria eterna, pero en el Bernabéu aún se escuchaba a la afición de Boca. Incluso tras otra broma del destino, el tiro de Jara al palo, el mar azul y oro del Fondo Sur seguía animando. Llegó el último córner y el balón acabó en los pies del Pity Martínez con el camino despejado. Y entonces se callaron, rezaron en busca de un milagro con final feliz: que se separase la tierra y se tragase el Bernabéu entero.

Pero los milagros son cosa del Nuevo Testamento y la histórica final de la Libertadores 2018 forma parte del antiguo, hogar de profecías. Y de una se acordaron los hinchas de River mientras el Pity corría hacia la felicidad. Data de 2011, de la página más negra en la historia de River, la de su descenso. Buscando un alivio en pleno duelo, y con Boca gozando de una felicidad que creía infinita, la afición ‘millonaria’ se agarró a una frase como quien recurre a un curandero después de que el médico le dé una mala noticia.

Me verás volver y te arrodillarás ante mí.

Y en Madrid la profecía se convirtió en realidad. Así terminó la final y así termina este relato. Volved cuando queráis. Gracias por recordarnos cómo era el fútbol del Antiguo Testamento.

Comentarios