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La final del miedo eterno

El fútbol, que es lo que es por la pasión que le rodea, alcanza la cima más alta de su historia en la final de Libertadores entre Boca y River. Más que una Copa, está en juego la opción de destruir al enemigo. Es la pantalla final del videojuego. Y uno va a perder. En paz descanse

bOCA

Boca-River. No hay palabras que suenen mejor juntas cuando se habla de fútbol. Así, sin articulo, como dicen ashá: Boca-River. Todo es atractivo en torno a un Boca-River. Hasta el color de las camisetas parace haber sido elegido en un cásting para que el espectador se quede apampado viendo un Boca-River. El blanco y el rojo por un lado y el amarillo y el azul por otro, y el estadio latiendo, y la gente cantando, y los jugadores luchando, y la gente luchando, y los jugadores cantando. Es un Boca-River.

Argentina, donde la exageración es arte, se dispone para vivir la final del mundo, el partido de todos los tiempos. Un Boca-River con la Copa Libertadores en juego. El duelo que por ashá se lleva jugando toda la vida en los futbolines y en los picados se hace hoy realidad. La Bombonera acoge el sábado (21.00 horas) el partido de ida entre los dos colosos del fútbol argentino. Será la última vez que la final se dispute a ida y vuelta y el destino ha querido que sea un Boca-River. No hay palabras que suenen mejor cuando se habla de fútbol.

Ésta es la primera final entre dos equipos cuyo objetivo no es ganar; es no perder

Hasta la fecha, todas las finales a lo largo de la historia las han disputado dos equipos con la intención de lograr la victoria. Ésta es la primera entre dos conjuntos cuyo objetivo es no perder. Es la final con más miedo de la historia. Desde el mismo momento en que se confirmó que sería un Boca-River; dirigentes, jugadores, periodistas se apresuraron a recordar que solo es un partido de fútbol, que no hay que dramatizar, que tiene que haber un ganador y un perdedor y que después la vida seguirá... pamplinas. Eso es el miedo, el pavor a que tu amigo, tu compañero de trabajo, tu padre, tu hermano o tu propia sombra te recuerde toda la vida lo desgraciado que fuiste en la final de todos los tiempos.

En Argentina se disfruta más con la cargada, con lo que acá decimos el puteo, que con la victoria. La alegría por el triunfo caduca poco a poco, la posibilidad de recordarle su desgracia a un semejante es eterna. Todo Boca-River es una bomba de la que salen despedidas infinitas cargadas... lo que puede salir de este Boca-River forma parte aún del mundo de lo desconocido.

El futuro será tenebroso para el perdedor, pero más en caso de que sea River. El equipo de la banda sagrada afronta esta final como una oportunidad para equilibrar la balanza ante su eterno enemigo, para hacerse con un escudo con el que frenar las cargadas que soporta estoicamente desde que en 2012 diera con sus huevos en la Primera Nacional B. Esa mancha nunca se borrará, pero una victoria ante Boca en una final de la Libertadores ayudaría a llevar mejor la pena. ¿Y una derrota? Pues borraría de un plumazo el exitoso ciclo de Gallardo (Sudamericana 2014, Recopa Sudamericana 2015 y 2016, Libertadores 2015, Copa Suruga 2015, Copa Argentina 2016 y 2017 y Supercopa Argentina 2018) y haría más grande, inmensa, casi infinita, la mancha del descenso. Hay ocasiones, como ésta, en la que es normal tener miedo.

Boca busca su séptima Libertadores para robarle a Independiente su apodo de Rey de Copas

Desde Boca se dejó claro desde el primer momento que una victoria de River no borraría el bochorno de su descenso. Es cierto, los de La Bombonera juegan con comodín, pero también para ellos hay mucho en juego; nada menos que sumar su séptima Libertadores y alcanzar así al Rey de Copas, a Independiente, que reinó en América en los 70 y que desea que River gane esta final para que no le borren su apodo. Otro más con miedo.

Boca podrá decir que tiene más títulos que River incluso en caso de perder (tiene 6 por los 3 de su rival), pero no podrá presumir de ello. A quien pierda le esperan años de desgracia, de aguantar cargadas, de sobrevivir a duras penas en un mundo cruel, de desear no haber pasado de la ronda de semifinales.

En cuanto al fútbol, que algo tendrá que decir en esta batalla, River se presenta con un ligero favoritismo. Sobre todo porque cuenta con la figura de Gallardo, que se ha convertido en una especie de antídoto anti-Boca. Ganó en La Bombonera (0-2) la última vez que se vieron las caras (23 de septiembre) y ganó el pasado 14 de marzo en la final de la Supercopa Argentina, una competición que apenas reviste interés, pero que este año, al enfrentar a Boca y River, alcanzó una importancia superlativa. El equipo de Gallardo se impuso por 2-0 pese a que llegaba a aquel partido en plena crisis y el de Guillermo Barros-Schelotto era claro favorito.

En el banquillo de River, Gallardo vengó lo hecho por Bianchi al frente de Boca a comienzos de milenio

Además, con Gallardo en el banquillo, River dejó en la cuneta a Boca en las dos veces que se cruzaron en competición continental (semifinales de Copa Sudamericana 2014 y octavos de final de Libertadores 2015), vengando lo hecho por Carlos Bianchi al frente de Boca a comienzos de milenio, cuando dejó en la cuneta al Millonario en los cuartos de final de la Libertadores de 2000 y en las semifinales de 2004.

Pero eso de poco vale. Ni eso ni las 246 veces que hasta hoy se han victo las caras en competiciones oficiales. Sí, han sido muchas las batallas, los goles, las alegrías, los llantos, las cargadas, pero es que Boca y River nunca han jugado una final de la Copa Libertadores, nunca han disputado una final del mundo, nunca una final de todos los tiempos. Y nunca, jamás, habían tenido tanto miedo.

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