La gente de esta profesión tiene una pequeña ventaja sobre el resto de la humanidad al final del viaje, y es que, una vez muerto, siempre habrá un hueco en la prensa para recordar al buen periodista. Es igual que haya sido un mediocre toda su vida, una vez bajado el telón solo habrá lugar para los aplausos. Es una licencia que se guarda en la manga el gremio y tampoco hace daño, así que se puede convivir con ella. El problema es cuando se queda pequeña. Porque entonces... ¿qué hacemos cuando fallecen periodistas como David Beriain y Roberto Fraile? Un hueco en la prensa no llega para recordar a los que hacen que la prensa aún tenga sentido. En una época en que la profesión agoniza como tal para dejar paso a sabe Dios qué, todavía hay quijotes que buscan lo único que importa y que cada vez importa menos: la verdad. Y en muchas ocasiones pierden; tanto que acaban ocupando un hueco en la prensa como si fuesen un periodista cualquiera. El otro día, durante una comida, se habló sobre el trabajo en la pandemia y, tras contar mi experiencia, me preguntaron si era periodista. Contesté que sí, pero ahora aprovecho para añadir que no tanto como para merecer el mismo hueco que gente como David y Roberto.
