Vuelven los relatos de ‘Elige tu aventura’ y me pregunto por qué se fueron algún día. No sé ustedes, pero yo nunca olvidaré la primera vez que, siendo un chaval, cayó uno en mis manos. Navegaba río abajo por aquellas páginas y de repente, en un meandro, me encontré con la opción de seguir en el bote o de abandonarlo en busca de otro camino por el que llegar al mar. ¡Qué maravillosa sensación de poder! ¡Y qué efímera! El destino me la jugó de tal manera que aquella primera vez fue también la última. No sé si porque llegué al género cuando éste escribía su epílogo o porque no supe elegir bien mi destino mientras bogaba en los kioskos y librerías, pero desde entonces mis lecturas fueron siempre en el mismo sentido que la corriente. El paso de los años y el abandono de la literatura juvenil me ayudó a aceptar la derrota. Olvidé aquel libro como quien olvida una hoguera en la playa; pero nunca aquella emoción, aquel dulce susto a mitad de viaje, aquella invitación a soñar, a dirigir mi felicidad hacia donde me diera la gana. Navegando ya en el infinito mar me crucé con rayuelas y escuché leyendas de libros en cuyo mástil ondeaba una bandera que defendía el mismo espíritu libre. Me acerqué a ellos sin miedo, sabiendo que no iba a encontrar lo que la vida solo te ofrece una vez. Es una bala gastada; se ha convertido en un recuerdo que cada poco llama a la puerta. Como ahora. Saber que vuelven esos relatos me basta para regresar a aquel meandro y a aquella hoguera en la playa.
