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Fútbol y pan con Nocilla

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photo_camera Enzo Pérez, portero por un día. JUAN IGNACIO RONCORONI (POOL)
Cuando todo es perfecto el único peligro que existe es que todo se vaya a la mierda por culpa de un detalle... que el portero no acuda a la cita, por ejemplo. Hay campo, balón, niños, rivalidad, verano, vida... pero el encargado de evitar los goles y las tristezas no aparece. Y el cielo se nubla. ¡Asco de vida! El partido se convierte en pachanga. Se pone otro y se juega, pero con la idea de lo que pudo haber sido en la cabeza y así, anhelando un mundo perfecto, los regates no salen y los tiros nunca entran por la escuadra. Cuando el fútbol deja de ser fútbol ya no pasan estas cosas. En el mundo de los mayores siempre hay portero; con su traje, sus guantes y sus ganas de aguar fiestas... hasta que esta pandemia, empeñada en cambiarlo todo, entró ayer en escena y devolvió a la infancia nada menos que a River Plate, el club más grande del planeta y uno de los más grandes de Buenos Aires. Un brote de covid asoló a la plantilla y al partido de Copa Libertadores ante Independiente Santa Fe se presentó con solo once futbolistas, sin posibilidad de hacer cambios, y ninguno de ellos portero. Se puso otro y se jugó. Ganó River, los cronistas cedieron su lugar a los poetas y al final todos merendaron pan con Nocilla.

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