Se cumplen este domingo dos años de un día que resume perfectamente esta época, la del miedo eterno. Aquel 13 de marzo previo al estado de alarma y al confinamiento fue un día extraño, lleno de preguntas, de incertidumbre, de sombras... de pánico a lo que podría venir. No sé bien quién es el enemigo, casi estoy por pensar que se trata del diablo, pero se está saliendo con la suya en el intento de convencernos de que tenemos que dar gracias por el mero hecho de estar vivos. Aún no hemos dejado atrás los temores del covid y nos llegan los de la guerra, los de una Tercera Guerra Mundial que durante muchos años parecía descartada. Putin no es el diablo, pero sabe meter miedo mejor que nadie. Por eso una de las primeras cosas que hizo fue mandar a su ejército a Chernóbil, para que el terror no solo atormentase las cabezas de los ucranianos, sino las de todo el mundo. Por eso amenazó a Finlandia y Suecia, para que Europa entera sintiera un escalofrío por la espalda. Siempre escuché decir que la jugada maestra del diablo es hacernos creer que no existe. Es una frase genial, pero a estas alturas ya no estamos para creer en ángeles negros. Lo que sí existe es el miedo y la gente interesada en que lo tengamos. Y van ganando.
