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El punto de partida

Proc/JFIF/EFE-Calidad:Excelente
Desde que el mundo es mundo, las cabezas ruedan en épocas de crisis. Y las que más ruido hacen al caer son las de los entrenadores de fútbol y los políticos. Y en ambos casos se repite un patrón. La tormenta crece hasta una situación insostenible, la prensa airea relaciones personales al borde de un ring de boxeo, llega el divorcio y, de repente, todo son buenas palabras, agradecimiento por los servicios prestados y orgullo por haber defendido determinados colores. Acaba de suceder en Brasil, aunque con un asterisco. Jair Bolsonaro se ha cargado a su ministro de Sanidad, Luis Henrique Mandetta, porque este defiende el confinamiento para frenar el coronavirus. El presidente, como se sabe, prefiere hacer oídos sordos a la OMS, echarle la culpa a la prensa y dejar todo en manos de Dios. Mandetta, en su despedida, habló maravillas de su relación con Bolsonaro y le agradeció la oportunidad de haber sido su ministro, pero le dejó un recado, un asterisco, al hacer público su deseo de que el hombre que rige los destinos del país lleve a cabo su gestión «en base a la ciencia».  ¿Adónde hemos llegado para tener que aconsejar el uso de la ciencia en la lucha contra un virus? Como mucho, al punto de partida.

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