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Con los dedos pringosos

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Admitámoslo, vamos perdiendo. Vivimos en una época en la que entramos en una tienda atraídos por un cartel que anuncia la venta de tres libros por 20 euros y salimos contentos tras pagar 25 por un bolígrafo y una libreta con un montón de hojas en blanco. Los del otro lado son muy buenos, aceptémoslo, no pasa nada. ¡Esos anuncios con cifras gigantes de colores llamativos, esos famosos con cara de felicidad invitándonos a ser como ellos, esa letra pequeña tan bien escondida!... ¿Nos engañan? Sí, tal vez, pero ya lo dijo Rodrigo Rato: "Es el mercado, amigo". La piedra sigue ahí, inmóvil, a la vista, bien grande... y seguimos tropezando contra ella. Permítanme que les cuente. Caminaba a mediados de semana por la frutería de un supermercado cuando leí lo siguiente: ‘Uvas sabor a algodón de azúcar’. ¿Cómo que ‘sabor a algodón de azúcar’? "Eso es jugar sucio", pensé. Aceptaría un ‘Las uvas más ricas del mundo’ o un ‘Coma un racimo de estas uvas y al instante se parecerá a Brad Pitt’, pero ‘sabor a algodón de azúcar’... No, a eso solo sabe el algodón de azúcar, y en medio de las barracas,   y con los dedos pringosos, y después de suplicar a tus padres que te lo compren... Me llevé un paquete y no estaban nada mal.
 

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