La radio era cosa de mi abuela. Los demás regalos no tenían un origen claro; pero si había una radio, que la había muchas veces, era cosa de mi abuela. Recuerdo aquella cocina blanca en la que preparaba la comida mientras escuchaba música y el parte, y las historias que me contaba de los programas de la noche anterior. Ahora, una vez superada la centena, ya no cocina y ve mucho la tele, pero a la hora de acostarse aún mete su aparato de radio debajo de la almohada para escuchar a su querido Marcial Mouzo. A base de regalos me traspasó el vicio y mi teléfono móvil está lleno de podcasts y descargas de programas. Sí, la manera de escuchar la radio ha cambiado, pero para mí sigue habiendo un momento sagrado; el de encenderla en el momento de meterse en cama. Por eso me da lástima la retirada de José Ramón de la Morena. Hacía tiempo que no lo escuchaba, pero fueron muchas las noches en las que el día se apagó escuchando sus batallas. Es este un tiempo en el que la tecnología nos adelanta por todos lados, pero para muchos la radio sigue siendo parte de nuestras vidas. Tal vez porque es una generadora de emociones; como las que sentía yo cuando mi abuela se acercaba con un regalo entre las manos.
