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Daimiel y Robe Iniesta

Antoni Daimiel, junto a Andrés Montes, en una lejana madrugada. EP
photo_camera Antoni Daimiel, junto a Andrés Montes, en una lejana madrugada. EP
Hubo un tiempo en que mi pareja tenía celos de Antoni Daimiel, el periodista deportivo. Decía que pasaba más tiempo con él que con ella. Exageraba, creo, pero es cierto que por entonces no me perdía un partido de la NBA. Fueron tantas horas juntos que, cuando me hice una cuenta en Twitter, no dudé en quién sería la primera persona a la que seguir: Daimiel. A los pocos días le mandé una foto de un cantante hortera que se le parecía preguntándole si era él y me bloqueó al momento. Es la típica broma que le gasto a mis amigos, pero claro, él no sabía que lo éramos. Me acuerdo de esto porque hoy está en Lugo Robe Iniesta y tengo una sensación extraña. Es como si viniese a la ciudad un antiguo colega y no hiciésemos por vernos. Pero es que los conciertos de antes quedan demasiado lejos. ¿Para qué quedar? ¿Para contarnos que hemos crecido? ¿Para decirle que a veces recurro a sus viejos discos para curar tristezas? Los nuevos también son una maravilla, pero hablo de otra cosa, de algo que quedó atrás y que casi fue una amistad, aunque unidireccional. Sí, ya sé que no se puede utilizar ese término. No estoy loco. Lo que pasa es que no sé explicarlo de otra manera. Tampoco sé si la hay.

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