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El currito infiltrado

Subestación Triacastela Lug
No creo ser el primero al que se le ocurre y tampoco soy nadie para decir a quienes dirigen las televisiones lo que tienen que hacer, pero el otro día vi un capítulo de ‘El jefe infiltrado’ y no me resisto a dejar mi idea por escrito. Como sabrán, el programa consiste en que un empresario se disfraza y entra a trabajar en su negocio, sin que los empleados conozcan su identidad, para saber cómo funcionan las cosas cuando el que manda no está delante. Dejando a un lado que en ocasiones da la impresión de que todo está teatralizado, se me ocurre que después de cada capítulo podrían emitir otro de ‘El currito infiltrado’. Imaginen una reunión del consejo de administración de una gran compañía; de una eléctrica, por ejemplo, con sus expresidentes del Gobierno y sus exministros. Se abre la puerta y se anuncia la incorporación de un nuevo miembro, que en realidad es un asalariado, nuestro currito infiltrado. Se sienta y, por miedo a ser descubierto, no abre la boca. Dice que sí a todo y ríe los chistes que se sueltan en la mesa, pues pese a ser gente seria y con corbata, siempre hay lugar para el humor. La trama avanza sin sobresaltos y se acerca la hora de ir a comer, donde tendrá que disimular la emoción por encontrarse con manjares reservados para Nochebuena. Pero de repente se le ocurre pedir la palabra y plantea la posibilidad de que la luz haya alcanzado en España un precio desorbitado. Se acabó. Es descubierto y expulsado. El final del capítulo lo podrán ver en su próximo recibo

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