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Cruzarse con una cigüeña

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El día en que Galicia entró en la fase 0 salí de casa por primera vez desde que se decretó el estado de alarma. Al poco de empezar la caminata una mujer vació desde su ventana un cubo de agua que esquivé por un par de metros. Me pidió perdón con la mirada y le devolví una sonrisa. Después pasé por un prado donde había unas vacas que, como es costumbre, posaron para la foto. Disfruté del verde que lo inundaba todo y de regreso paré a hacer otra fotografía; en este caso del atardecer, la típica del cielo naranja tras unas montañas y un árbol a un lado. Justo cuando iba a apretar el botón se cruzó una cigüeña, como con prisa para salir a tiempo en la imagen. Lo logró. Fue como un recordatorio de todas las cosas bonitas que me estaba perdiendo fuera. Volví a casa de buen humor, pero cometí el error de abrir Twitter, Facebook y todas esas puertas de servicio de bar en las que la gente deja escritas sus mierdas en vez de atender a la que tiene entre manos. Ver tanto odio, tanta mentira, tanta manipulación, tanto interés escondido me estropeó el día. Mantengo la tradición del paseo diario con la esperanza de cruzarme con otra cigüeña. Y de vuelta a casa enciendo el teléfono, pero antes me tapo la nariz.

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