Arrancó ayer otra Eurocopa que veré lejos de la infancia... sin cromos, sin un recorte del calendario siempre a mano, con un millón de cosas a las que atender. No es un Mundial, pero también coincide en la época en que terminan las clases, así que allá en el fondo es sinónimo de alegría y de libertad, aunque no sea la mía. Pude ver el partido inaugural, pero sé que serán muchos los que se jugarán mientras esté haciendo algo que será muy importante, pero menos que un Holanda- Dinamarca. Es posible que eche mano de la tecnología y vea algún encuentro en el teléfono o grabado, pero a mis amigos les diré que lo disfruté en directo y en la tele del salón, en la que durante este mes tiene preferencia el fútbol sobre todas las cosas, sean o no de este mundo. La familia lo acepta, aunque la mitad solo sepa que se va a jugar una Eurocopa porque la van a emitir en Telecinco y le va restar horas de trabajo a Jorge Javier Vázquez. Hay cosas que solo el fútbol es capaz de conseguir. Una es sacar de la pantalla a quienes parecen pintados en ella, y otra, recordarnos aquellas primaveras de cromos y calendarios recortados en las que no había nada más importante que un Holanda-Dinamarca... como pasa en esta.
