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Comida en el día de la fiesta

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photo_camera Pedro Sánchez, en Santiago, en el día grande de las Fiestas. EFE

Una amiga madrileña me contó hace poco su experiencia en la primera boda que vivió en Galicia.

—Llegué, me senté y vi cinco o seis platos uno encima del otro. Llamé al camarero para decirle que se habían olvidado de retirar la vajilla, pero al momento me fijé en que no había ningún error. Estaba así en todas las mesas.

Los lugareños estamos acostumbrados, pero lo de la comida en esta tierra es algo exagerado. Tiene hasta leyes no escritas, como la que dice que cuando se va a una casa ajena hay que llevar algo que meterse en la boca. Con una excepción, el día de la fiesta, entonces se va solo a engullir. Como mucho se puede aportar un postre, pero en esa jornada los protagonistas son los anfitriones y nadie puede ni siquiera optar a quedarse con los aplausos.

Me vino todo esto a la cabeza tras ver a Pedro Sánchez el pasado 25 de julio, cuando se plantó en Santiago de Compostela en el día grande de la madre de todas las fiestas de Galicia para anunciar una rebaja en los peajes de la AP-9. Ver a alguien de Madrid saltarse tan ricamente las normas no escritas me creó tal confusión que por un momento pensé que lo siguiente que iba a hacer era sacar un empanada.

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