Se cumplen 20 años de los días en que la epidemia de las vacas locas atemorizó a la provincia. Por entonces daba mis primeros pasos en esta profesión con los ojos y oídos bien alerta. Por eso recuerdo una historia que me contaron y que paso a relatar: un par de periodistas se acercaron a una granja en la que se sospechaba que había animales infectados. Allí fueron tratados como reyes por los dueños, una pareja de ancianos. Los metieron en casa, contestaron a las preguntas y los invitaron a probar el vino y el chorizo de la casa. Maravillados por el trato, regresaron al día siguiente en busca de más información... y de lo que cayese. Pero se encontraron con otro recibimiento. La señora los acusó de engaño.
—Onte despois de que marcharan viñeron os da Xunta. Pero non dicían vostedes que eran da Xunta?
—Non, señora, entendeunos mal, nós dixémoslle que eramos xornalistas.
—Ay, Dios mío!.. periodistas!.. fóra da miña casa!
Y mientras huían, escucharon a lo lejos un último y desgarrador lamento.
—Ay, Dios mío!.. e deilles de comer a uns periodistas!
Desde hace 20 años sé que delante de un plato de chorizo y un vaso de vino de la casa es mejor trabajar en la Xunta que ser periodista.
