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Calles de colores

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photo_camera Calle sin vida. AIDA SOENGAS
Creo que nunca había pasado tanto tiempo sin pisar Lugo. Han sido dos meses entre aquel viernes que salí del trabajo sin saber bien hacia dónde iba y este otro en el que escribo con la sensación de que han pasado dos millones de años sin primaveras en sus calendarios. Una eternidad que se ha tragado la vida de mi ciudad... como la de tantas otras. Mi regreso fue breve y apenas bajé del coche, pero incluso a través del cristal pude sentir el frío de unas calles en blanco y negro en las que el viento no encontraba gente con la que pararse. Sin nadie en su camino, se dedicaba a empujar la tristeza en todas direcciones. A lo mejor es que me coincidió una hora mala. Puede ser. Ojalá haber visto una terraza de esas que parecen sacadas de una fotografía de hace dos millones de años; pero no, a mí me tocó ver un conjunto de calles, edificios, plazas y parques que en nada se parecían a mi ciudad. A lo mejor es que, arrinconado por esta maldita sensación de impotencia, he sacado ya la bandera blanca y no soy capaz de ver más allá del gris y el negro. No sé. No me hagan mucho caso. Pero eso sí, tengan claro que en el Lugo de verdad las calles son de colores. No lo olviden. Por muchas eternidades que pasen.

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