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El borde del calendario

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Estos días pasa a 103 millones de kilómetros de la Tierra un cometa con un nombre que parece un cargo de una empresa nacida en Silicon Valley y ramificada después por todo el mundo. El Neowise, así se llama la criatura, está al alcance de unos prismáticos para quien quiera disfrutar de su vuelo. La siguiente vez que pase por aquí será dentro de 6.800 años, así que me atrevo a recomendarle a este cuerpo celeste que se fije bien en lo que vea cuando mire hacia abajo. En la próxima visita que haga me da que no habrá nadie en casa. Una noche de estas saldré a su caza, no quiero que me pase como con el Halley, que cuando vino allá por 1986 yo no tenía edad para andar mirando las estrellas y el año de su regreso, 2061, ya se me cae por el borde del calendario. Nos miraremos a la cara y, maravillado por su majestuosidad, regresará a mí la sensación de paz que da saber que no eres apenas nada. El Neowise me olvidará al segundo, antes incluso. Y lo entiendo; en un viaje de 6.800 años no puedes pararte en cada paisaje. En 1986 yo no tenía edad para andar mirando las estrellas, pero ahora sí, ahora lamento no haber visto el Halley... como tantas otras cosas. Háganme caso, miren al cielo, no esperen a 2061.

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