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Aquí está otra vez

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El trabajo y los tiempos que corren me han metido en un nuevo grupo de WhatsApp. A varios de sus moradores no los conozco, así que la mayoría de los mensajes me llegan desde números extraños. Hasta que hará cosa de un mes recibí uno de un tipo con el que pasé muchos años en la redacción, un buen hombre, eterno bromista, que falleció hace unos cuantos años. Las dos mitades de mi cerebro colisionaron. Una razonó en décimas de segundo que el número que tengo guardado como suyo es en realidad de la empresa y alguien lo usa ahora. La otra echó a volar y dibujó a un Edgar Allan Poe del siglo XXI empezando así un relato de suspense con el que quitar el sueño a los lectores, una historia de mensajes desde el más allá con los que estremecer a los habitantes del más acá. Por supuesto, ganó la opción en la que no tiene cabida la imaginación del genio nacido en Boston y fallecido 40 años después en Baltimore preso de la locura. Se impuso la versión más aburrida, la menos romántica; la más tangible, la menos fantasiosa; la más creíble, la menos aterradora. Ha pasado ya un mes desde entonces y no he vuelto a recibir más mensajes de mi viejo compañero de... espera... aquí está otra vez.

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