En la cuesta abajo de su vida, Paco de Lucía abandonó el chalet que tenía en México, a pie de playa, para irse a vivir a Toledo. Concedió por entonces una entrevista y el periodista no se pudo resistir a preguntarle por semejante cambio de residencia, que entendía claramente a peor. «Mira», le dijo el genio de las seis cuerdas, «esto es como los porros; al principio te fumas uno con los amigos y todo son risas, pero si te pasas todo el día fumando te acaba cansando. Pues con la playa pasa igual». A lo mejor a los habitantes de Quebec, donde la nieve es casi un elemento más de los que forman el aire que respiran, les pasa como a Paco de Lucía, pero aquí no, aquí aún nos alegramos cada vez que el cuadro se nos mancha de blanco, cada vez que descubrimos lo bonito que puede llegar a ser el árbol de delante de casa, cuando a los niños solo les sale gritar al ver caer los copos, cuando nos acordamos de cómo gritábamos nosotros. ‘Antes nevaba más’, decimos cada vez que sale el tema y ya no sé si es cierto o lo que pasa es que aquellos días los tenemos tan grabados que nos parecen repetidos. A lo mejor lo que realmente queremos decir es ‘Qué poco nieva’ o ‘Qué poco gritamos’. Ayer nevó, como cuando todo eran risas con los amigos.
