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Acariciar un gato blanco

Elon Musk. ARCHIVO
photo_camera Elon Musk. ARCHIVO
No seré yo el que le diga a alguien en qué tiene que gastar 44.000 millones de dólares. Y menos a Elon Musk, que no sé ni si existe. Si él piensa que comprar Twitter es una buena idea, adelante. Tampoco tengo derecho a opinar sobre su obsesión por los viajes al espacio. Es cierto que con ello alimenta la imagen de multimillonario loco que acaricia un gato blanco en la soledad de una inmensa mansión mientras planea cómo destruir el planeta, pero bueno, allá él si no tiene miedo a volar más allá del azul. Hasta me tengo que callar después de saber que una de sus primeras decisiones después de hacerse con Twitter fue la de despedir a la mitad de la plantilla. Me da pena por esa gente, pero a ver en base a qué le voy a dar a ese tipo lecciones de cómo llevar una empresa. Dicen también que planea crear una especie de cuenta premium con una serie de ventajas a cambio de ocho dólares al mes. Él sabrá lo que hace. Adelante con sus ideas, pero hay una cosa que no puedo pasar por alto. Algo que dijo cuando le preguntaron por qué se hacía con el poder en Twitter. "Para garantizar el futuro de la humanidad". Semejante cosa solo se puede soltar mientras se acaricia un gato blanco en la soledad de una inmensa mansión.

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