Recorría Japón en moto y cada poco paraba y se hacía una foto con su rostro en primer plano y un bello paisaje detrás. Así fue como se hizo famoso en las redes sociales de su país el rostro de Azusagakuyuki, una joven de cobriza melena y espíritu aventurero. Hasta que un espejo cumplió con su trabajo y reflejó la realidad, la verdadera cara de Azusagakuyuki. Y es que en esta historia, Juana la loca era en realidad Don Juan. En una de las fotos que publicó se puede ver en el retrovisor de su moto a un hombre, a un tipo de 50 años que, eso sí, luce una cobriza melena. Una vez descubierto, confesó que a la hora colgar la imagen empleaba un filtro para cambiar su rostro por el de una joven. ¿Por qué? Pues porque de esa manera tenía el triple de visitas y seguidores. Visto así, si el engaño no pasa de ahí, no veo razón para censurar la estrategia de Azusagakuyuki. ¿Acaso hay un tribunal que dictamine dónde está el límite a la hora de embellecer una foto para conseguir fieles? ¡Qué sentido tiene poner límites en un juego en el que solo importa la cáscara! Extraños tiempos vivimos en los que para saber cuál es el mundo real tenemos que mirar a través de un espejo... con la fama de mentirosos que tienen.
