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A muerte con China

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photo_camera Un joven camina por una calle de Pekín. ROMAN PILIPEY (EFE)
Estoy a muerte con el Banco de la República Popular de China, que viene de prohibir cualquier actividad relacionada con las criptodivisas. No porque esté en contra de ellas, de hecho tengo todo el respeto del mundo por bitcóin, ethereum, dogecóin y demás nombres raros; el problema es que no sé lo que son y mi objetivo es pasar por este valle de lágrimas sin llegar a saberlo. Por eso aplaudo la noticia que viene de Pekín. Llega un momento en que hay que rendirse. Los que ya éramos mayorcitos cuando surgió la era digital llevamos media vida haciendo esfuerzos por no caernos del tren en marcha. Trabajamos con ordenadores, nos abonamos a plataformas audiovisuales, contactamos con los amigos por WhatsApp, abrimos cuentas en redes sociales pensadas para cerebros aún en formación, cambiamos de móvil cuando las aplicaciones dejan de funcionar e incorporamos al vocabulario extrañas palabras, casi todas acabadas en ‘ing’, que creemos imprescindibles para no parecer de un mundo en blanco y negro. Pero hay que saber decir basta. No pasa nada por bajarse en una estación en busca de un poco de tranquilidad y dejar el que tren siga a toda velocidad... ya frenará cuando llegue a China.