Blog | Que parezca un accidente

Los malnacidos existen

HACE UNOS minutos me he descubierto a mí mismo pensando en la adolescencia de mi hija. En sus primeros años como adulta. En cómo será. A quién se parecerá. Qué tal le irán las cosas. Todavía queda mucho tiempo para eso, por ahora no es más que una niña, pero supongo que a veces el presente consiste en perderse sin querer durante un rato en esos extraños rincones del futuro.

De fondo, en una tertulia de la radio, alguien comentaba algunos aspectos del caso de La Manada. Y he pensado en cómo será ese momento en el que tendré que explicarle a Julia que a veces pasará miedo. Que a veces volverá a casa sola por la noche y le preocuparán los propósitos del tipo que camina detrás de ella. Que la inmensa mayoría de las veces será sólo un hombre que también regresa a casa de madrugada. Que en ocasiones incluso se sentirá afligido por la posibilidad de que su presencia esté atemorizando a la chica que camina delante de él. Pero que, por desgracia, habrá alguna vez en que las intenciones de ese tipo no sean buenas. Porque los malnacidos existen. Y que en esa perversa ruleta rusa, ella nunca sabrá de qué noche se trata. De qué clase de hombre se trata esa vez. Y que por ese motivo deberá estar siempre alerta. Porque, aunque la normalidad sea otra, aunque la probabilidad afirme que no tiene por qué ocurrirle nada malo regresando a casa en toda su vida, el mero hecho de que algo así pueda suceder una sola vez la obligará a tener que tomar precauciones todas las demás.

De repente me he visto hablando con ella acerca de lo injusto de esa situación. De lo inaceptable que resulta que una chica como ella no pueda volver a casa sola sin que se vea expuesta, por mínima que sea la probabilidad, a los apetitos infectos de un indeseable. Y me he visto dándole consejos sobre la mejor manera de huir. Sobre cómo defenderse. Y he pensado que no quiero tener que explicarle a mi hija esa clase de cosas. Cómo sujetar las llaves dentro del puño hasta que esté segura de haber cerrado el portal. No quiero tener que explicarle dónde debe golpear a un hombre o qué debe gritar. He pensado que una vez alguien me dijo que también un chico puede pasar miedo en la calle de noche, pero el hecho de que esas aberraciones ocurran no quiere decir que se deban tolerar. Sobre todo cuando la mitad de la población puede sentir miedo sencillamente al notar que a su espalda camina alguien que pertenece a la otra mitad. Porque los malnacidos, aunque no sean muchos, existen.

He ido a buscar a Julia a la guardería y, de vuelta a casa, mientras ella jugaba con mis gafas de sol, he pensado que todo esto es una mierda. Yo jamás me he sentido inseguro al notar que una mujer camina detrás de mí de madrugada. Me pregunto cuántas veces habrá sucedido lo contrario sin haberme dado cuenta siquiera. He pensado en todo lo que Julia podría contestarme. He pensado en cuál será su reacción cuando hablemos de esto. Pero sobre todo he pensado en que no es su responsabilidad no sentirse intimidada. En que no es su responsabilidad no ser la víctima de nadie. En que no es su responsabilidad no verse acorralada por tres o cuatro malnacidos con un sentido brutal, enfermo y distorsionado del sexo. Y he pensado en que yo no podré hacer nada. Por mucho que me empeñe en protegerla. Porque los malnacidos existen.

Y me he preguntado qué coño estamos haciendo para que yo tenga que estar pensando en todo esto.

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