Blog | Que parezca un accidente

Cuatro años en una autocaravana

Cuatro años en una autocaravana
photo_camera Cuatro años en una autocaravana

CREO RECORDAR que eran suizos. Cuando encendí la radio, la entrevista ya había comenzado. En ese momento ella estaba contando cómo había sido su último viaje en autocaravana, partiendo desde Marruecos y cruzando España y luego Francia hasta llegar a Zúrich. Desde que se habían jubilado, su marido y ella se dedicaban a recorrer el mundo en su pequeña casa sobre ruedas. Su próxima ruta, según le estaba contando al presentador, arrancaba en Mongolia, cruzaba toda China y terminaba en Myanmar (Birmania). El itinerario más largo que habían recorrido hasta el momento había sido el que les había llevado desde Tierra del Fuego, al sur de la Patagonia, hasta Alaska. Un colaborador del programa les preguntó cuánto tiempo habían tardado en realizar semejante viaje. Ella contestó: "Cuatro años". Cuatro años cruzando América de extremo a extremo en autocaravana. Cuatro Navidades. Cuatro veranos. Ocho cumpleaños brindando juntos a lo largo de una recta cualquiera trazada en el globo, de sur a norte. Toda una vida en el historial de Google Maps. Quién no querría jubilarse así, podría pensar alguno.

de lorenzo manu

Hacia el final de la entrevista, cuando la atmósfera y el tono no podían ser más épicos, el marido aprovechó un hueco en la conversación que mantenían el presentador del programa y su mujer para trasladar un mensaje a la audiencia: "Y no olviden seguirnos en nuestra cuenta de Instagram, donde subimos las fotos de cada uno de los lugares que visitamos en nuestros viajes". Acto seguido dijo bien alto el nombre de su perfil en esa red social. Por si acaso, lo deletreó. Lo deletreó una vez más. Y ahí se fue al carajo la magia —si es que la había—. Qué putada. De repente, todo el romanticismo que envolvía a aquel matrimonio que cruzaba continentes enteros en autocaravana porque sí, lo supiese o no el resto del mundo, se diluyó en un enorme charco de ego. Y de pronto el romanticismo y el narcisismo comenzaron a mezclarse hasta que, a los pocos segundos, resultaba imposible diferenciarlos. No me quedaba más remedio que cambiar de emisora. Con suerte, en algún lado estarían hablando de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

La petición del marido a los oyentes para que sus fotos fuesen seguidas —y admiradas y aplaudidas— en Instagram me recordó a un relato de Italo Calvino titulado 'La aventura de un fotógrafo', contenido en 'Los amores difíciles', en el que señala la escasa distancia que hay entre la realidad que ha de ser fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada. Este matiz resulta fundamental hoy en día, más de medio siglo después de la publicación de ese relato. De hecho, de ambas posibilidades —y de ninguna otra— están las redes sociales llenas. Con formidable intuición, el autor italiano advierte al lector de lo sencillo que es terminar pensando "que todo lo que no se fotografía se pierde, es como si no hubiera existido, y por lo tanto para vivir verdaderamente hay que fotografiar todo lo que se pueda", indicando que el único desenlace posible para ese pensamiento es la estupidez y la locura.

Uno puede fotografiar —y compartir en Instagram— sus viajes en autocaravana porque considera que son una bella realidad o puede considerar que esos viajes son una bella realidad porque los ha fotografiado —y compartido en Instagram—. ¿Las aburridísimas tardes en interminables carreteras desiertas también se fotografían? ¿Los problemas de espacio después de cuatro años a bordo de un vehículo a motor también se fotografían? ¿Las discusiones en ruta, de las que uno no puede huir sin más, también se fotografían? ¿El vaciado de aguas grises y negras de los depósitos también se fotografía? ¿El dolor de espalda tras mil quinientos días conduciendo, viviendo y durmiendo en una autocaravana también se fotografía? Me pregunto si ese matrimonio suizo seguiría girando por todo el mundo en su autocaravana si no pudiese subir sus fotos a sus redes sociales y sentirse periódicamente admirados. Si no recibiesen regularmente su dosis de elogio y ovación.

Continúa su reflexión Italo Calvino: "Y solo cuando tienen las fotos delante de los ojos parecen tomar posesión tangible del día transcurrido, solo entonces el torrente alpino, el gesto del nene con el cubo, el reflejo del sol en la pierna de la esposa adquieren la irrevocabilidad de lo que ha sido y ya no puede ser puesto en duda. Lo demás puede ahogarse decididamente en la sombra insegura del recuerdo". Cuatro años en una autocaravana. Cuando por fin te has jubilado y puedes dedicarte a vivir, a relajarte, a disfrutar del merecido descanso, te encierras cuatro malditos años en una cabaña metálica andante. No me digan que no hay que estar mal de la azotea. Y todo por unas cuantas fotos y varias toneladas de olvido... Qué rara es la gente, coño.