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Un gran geriátrico

El envejecimiento de la población en el sur de Lugo es realmente preocupante

EL ENVEJECIMIENTO poblacional de la Ribeira Sacra podría calificarse como un mal endémico, una especie de enfermedad que las administraciones públicas no han querido atajar. Saben de su existencia, como ha quedado demostrado en varios informes realizados en los últimos años sobre la situación demográfica, social y económica de esta comarca.

Todos coincidían en que el aumento de la población mayor de 65 años tiene que ver con la necesidad que tiene la gente joven de escapar del sur de Lugo si quiere encontrar un trabajo que aquí no hay. La Ribeira Sacra carece de empresas, de tejido industrial, y el sector agrario resulta poco o nada atractivo para la juventud.

Se trata de un problema grave que lejos de, por lo menos, haberse detenido, va en aumento. Hace seis años, el 34,7% de la población superaba la edad de jubilación. Hoy en día ese porcentaje se sitúa ya en el 36%. Si la progresión continúa, dentro de seis años alcanzará casi el 38% en el conjunto de las comarcas de Terra de Lemos, Chantada y Quiroga, si bien habrá municipios que serán un gran geriátrico, como es el caso de O Courel, A Pobra do Brollón y Pantón, actualmente los que presentan los índices de envejecimiento más altos.


Es necesario pensar en las comarcas del interior para que no haya una Galicia de dos velocidades. Dejen de hablar y póngase a la faena de una vez por todas


Lo que sucede en O Courel mete miedo. Por cada menor de 19 años hay nueve mayores de 65. A ello se suma el bajo índice de natalidad, el alto de mortandad y la obligada emigración juvenil para, como decía al principio, buscar trabajo. Este es el caso más extremo, pero todo se andará y algún día sucederá en más municipios que estos tres señalados.

Así las cosas, al problema del envejecimiento se sumará el de la despoblación, ya presente, con importantes pérdidas, como es el caso de A Pobra do Brollón, municipio que en diez años ha perdido nada más y nada menos que 1.100 vecinos.

El único que se salva por el momento de la quema es Monforte, quizá por el hecho de ser cabecera de comarca. Desde hace años y años mantiene una población estable, que ronda los 20.000 habitantes.

La explicación del mantenimiento poblacional no es fácil. La ciudad del Cabe apenas dispone de sector industrial, centrándose su economía casi exclusivamente en el sector servicios. En este sentido, y locales de hostelería y tiendas de todo tipo aparte, se vive del dinero que llega de fuera en forma de nóminas para docentes, bancarios, ferroviarios y personal sanitario, entre otros. Solo en el hospital comarcal hay alrededor de 800 personas trabajando, por lo que actualmente es la principal empresa, si se le puede llamar así, con la que cuenta el municipio.

Ello puede ser determinante a la hora de que la población fluctúe mínimamente, que ronde los 19.500 vecinos, pero también tiene que serlo el hecho de una importante comunidad extranjera asentada en la ciudad. Según los datos que maneja el Instituto Galego de Estatística, hay 1.021 personas de diferente procedencia, aunque por lo que se ve por la calle y en muchos negocios hosteleros, los de origen suramericano son multitud. Ese millar de nuevos vecinos representan casi el 5% de la población total, una cifra nada desdeñable que influye, y mucho, en que a Monforte no le pase lo mismo que a los municipios que hay a su alrededor.

Curiosidades a un lado, sería del todo necesario incidir en planes que tengan como objetivo, si no mejorar, al menos estabilizar una situación sangrante. Es preciso que las administraciones públicas tomen cartas en el asunto, que de una vez por todas lleven adelante iniciativas, no solo declaraciones de buenas intenciones, como ha sucedido en varias ocasiones cuando se dijo, pero sin hacer nada, que es necesario pensar en las comarcas del interior para que no haya una Galicia de dos velocidades. Dejen de hablar y póngase a la faena de una vez por todas.

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