Blog | El periscopio

Cuestión de protocolo

TODOS SABEMOS que existen unas reglas sociales que en su conjunto podríamos llamar protocolo. Es la forma en la que nos relacionamos con nuestros semejantes. A veces, algunos se lo saltan bien por acción o bien por omisión. Ambos casos son reprochables, aunque el segundo, también conocido vulgarmente como metedura de pata, quizá sea más disculpable que el primero.

En política se da con demasiada frecuencia una total falta de protocolo. No es, por ejemplo, la primera vez que el alcalde de Monforte se queja de falta de respeto institucional en relación con visitas que conselleiros de la Xunta realizan a la zona y a las que no es invitado y sí otros regidores, que curiosamente son del mismo color político que la autoridad visitadora.

Por los recuerdos que tengo, siempre ha sido así. No me olvido del día en el que se inauguró el Parador Nacional de Turismo. Había codazos para estar en primera fila, junto a los gerifaltes que habían acudido al acto y una falta total de educación hacia la primera autoridad de la ciudad en la que se abría el establecimiento hotelero, el alcalde monfortino, en aquel entonces un recién llegado a eso de la política llamado Severino Rodríguez Díaz.

Nadie se acordó de él durante la inauguración. No estaba con el resto de autoridades porque nadie se preocupó de requerir su presencia tal y como mandan los cánones de buena conducta. Allí estaba, pero en las últimas filas, en el pelotón de cola, con nosotros los periodistas que cubríamos el acto.

Los años en eso de la política le enseñaron cómo actuar y no dejarse avasallar por quienes creen que se comen el mundo. En una ocasión se personó en el mismo lugar, en el Parador, para expresarle a un conselleiro su indignación por organizar una actividad y ningunear al primer edil del municipio. No sé si el conselleiro se llegó a poner rojo de vergüenza, pues esta reacción fisiológica tiene mucho que ver con la catadura moral, pero si sé que Severino Rodríguez le cantó las cuarenta.

Escribía al principio que los fallos en el protocolo pueden deberse a una omisión, convirtiéndose en una metedura de pata. Este puede ser el caso de todo lo relacionado con los actos que organizó la asociación de apoyo al Camino de Invierno de peregrinación a Santiago para celebrar el próximo día 17 el reconocimiento oficial de la ruta.

Como Juan Palomo, el colectivo diseñó una serie de actos sin contar con los actores necesarios. Me refiero a decir que iban a colocar un monolito de dos metros de alto, un hito de los que hay en el Camino a Santiago, en la Praza Doutor Goyanes de Monforte, sin contar con el Ayuntamiento. La asociación poco más hizo que comunicárselo. En ningún momento consensuó la actuación con el gobierno local.

Me refiero también a la celebración de una misa en la iglesia de San Vicente do Pino con la imagen de la patrona de Monforte, la virgen de Montserrat, vestida con un antiguo traje de peregrina, sin contar con el beneplácito de la cofradía ni con el de las camareras de la Virgen.

El resultado, si no lo han adivinado ya, es que ni monolito conmemorativo ni misa, ni virgen alguna vestida de peregrina el día 17.

El Ayuntamiento no facilitó el permiso necesario para colocar el hito mientras las camareras de la patrona mostraban su indignación por organizar un acto sin haber contado con ellas, negándose a participar.

Es lo que tiene no hacer las cosas bien, actuar como Juan Palomo. Ya saben, yo me lo quiso y yo me lo como.

No vale ir por libre. Es imprescindible seguir una reglas de protocolo para que las acciones que emprendemos con un determinado fin no molesten a nadie. Vivimos en sociedad, por lo que es del todo necesario obrar con la educación necesaria, precisa, para no alterar los ánimos de nadie.

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