Blog | El periscopio

Caer en el desaliento

Los vecinos de la Rúa Duquesa llevan décadas luchando contra el ruido de los pubs

LAS DENUNCIAS vecinales por los ruidos provinientes de los pubs que funcionan en la Rúa Duquesa de Alba de Monforte, así como el incumplimiento del horario de cierre, son tan antiguas como los propios locales dedicados al, por así llamarlo, ocio nocturno. Las quejas de los residentes se remontan a los orígenes de una calle en la que llegaron a funcionar una veintena de establecimientos.

Hablo de principios de los 80, momento en el que la gente demandaba lugares con música de moda, pero de calidad, diferente a la que se podía oír en las discotecas y que sonase a un volumen tal que imposibilitase mantener una conversación con una persona si no pegabas la boca a su oído, acción que si se ejecutaba era para hacer un breve comentario sobre lo buena que estaba ella o él o bien para decir: "cambiamos de local".

Esa forma de entender la diversión se perpetuó por espacio de 20 años, momento en el que los gustos del público comenzaron a cambiar, evolución que no supo ser ni entendida ni atendida por los propietarios de los pubs, que siguen con la misma fórmula de hace tres décadas.

El resultado no puede ser más desalentador tanto para los vecinos que sufren los desfases de decibelios y hora de cierre de los establecimientos como para los dueños de los locales de copas.

Los primeros siguen con su batalla, perdida desde el momento en que la emprendieron, de que la administración competente tome cartas en el asunto. Los segundos también siguen erre que erre con ese modelo obsoleto de música a toda pastilla y de cartel colgado con la frase abierto hasta el amanecer que en la actualidad solo convence a los jovenzuelos y a algún que otro treintañero y cuarentón, lo que ha provocado un importante bajón en el volumen de negocio de los hosteleros. A pesar de ello, insisto, siguen con un modelo caduco y altamente molesto para las personas que viven en una calle que padece una alta contaminación acústica, como ha reconocido el Valedor do Pobo hasta en tres ocasiones a lo largo de los últimos años.

Desde este organismo se le ha pedido al Ayuntamiento que tome medidas. Anteriores alcaldes al actual intentaron solucionar el problema por la vía del diálogo, fórmula con la que pretendían compaginar actividad empresarial con descanso vecinal, pero que no llegó a funcionar.

Por ello sería el momento de plantearse el uso de otras vías para acabar con algo que está profundamente enquistado. Me refiero al uso de medidas represivas, a la incoación de expedientes sancionadores e incluso al cierre temporal del establecimiento que sea un recurrente infractor.

Pero para ello hay que tener voluntad y parece que la administración local carece de ella, o al menos es lo que se entiende tras señalar el alcalde monfortino que no tiene intención a corto plazo de dotar a la Policía Local de un sonómetro y pasando de puntillas, como los propios policías, sobre el asunto del cumplimiento del horario de cierre.

Llegados a este punto habría que recordarle a los vecinos que existe otro modo de hacer valer sus derechos, recurrir a la Justicia. Si se buscan en internet casos de contaminación acústica proviniente de locales de hostelería uno se encuentra con que, por ejemplo, al propietario de un establecimiento le cayó encima una pena de cuatro años de prisión, tres de inhabilitación especial y cierre de su negocio, además de una multa de 24 meses a doce euros diarios y una indemnización de 32.000 euros al perjudicado. En esa sentencia, emitida por un juzgado de lo penal de Cataluña, se dicen que es "sabido y por lo tanto público y notorio que una larga exposición a ruidos perturbadores del sueño entraña un riesgo de grave perjuicio para la salud de las personas".

Los hosteleros de Duquesa no saben que están jugando con fuego.

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