Blog | El número diez

El noble arte de discrepar

Hay algo tiránico en lo políticamente correcto. Sentimos hartazgo (estamos hasta los huevos, vamos) y queremos manifestar nuestra disconformidad, pero ¿cuándo y cómo se supone que deberíamos expresar esa desazón si nos ceñimos a las convenciones sociales? y ¿qué ocurre cuando el resto del mundo nos ignora, cuando los intentos son en vano y nuestras quejas no surten efecto? La paciencia tiene un límite indefinido y hay a quien se le agota antes y hay a quien, después. Millones son los motivos que harán saltar la chispa. Arderá Troya. Nos pasaremos las convenciones sociales por el Arco de Triunfo y todo será un desparrame de tacos y espumarajos sin sentido que expulsaremos con toda la razón del mundo, la nuestra. Si esto ocurre con frecuencia y durante décadas, pueden ocurrir dos cosas: que tu médico te recete medicación para sobrellevar la rabia contenida y la liberada o que te conviertas en Skinner, Dennis Skinner, un veterano laborista del parlamento británico, que ha convertido el verbo discrepar en una obra de arte.

Cada año, Isabel II cumple una de tantas tradiciones vinculadas al palacio de Westminster y pronuncia el conocido como 'Discurso de la reina' durante la ceremonia de apertura del período de sesiones. Un oficial de la corona [Black Rod], ataviado con un clásico uniforme, golpea tres veces con un bastón la puerta de la sala principal del parlamento, cerrada a su paso. Una vez dentro, anuncia a los diputados el discurso de la soberana y los invita, de manera simbólica, a escuchar. Lo que ocurre después, ya se ha convertido en parte del ritual: Dennis Skinner, miembro del parlamento desde 1970, brama desde su asiento, en primera fila. La frase que grita suele estar relacionada con sus convicciones como hombre de izquierdas. Este año exclamó: "¡No toquen la BBC!" [Hands off the BBC!], después de que la cadena pública anunciara que cerrará temporalmente su web dedicada a albergar más de 11.000 recetas de cocina, en un momento en el que el gobierno considera que su actividad debería reducirse a servicios básicos.

Con su mano derecha siempre en el bolsillo, sus intervenciones en el parlamento son memorables desde la era Thatcher. Tanto él como su padre fueron mineros, una actividad que la Dama de Hierro dilapidó casi por completo y cuyos efectos todavía son patentes en el norte de Inglaterra, donde no le guardan mucho cariño. Dennis Skinner desempeñó además un papel destacado en el movimiento sindical que la primera ministra británica también se encargó de desbaratar, de ahí sus frecuentes escaramuzas.

Esta última 'salida del tiesto' ha provocado que muchos medios de comunicación volvieran a recordar los mejores momentos de este parlamentario en la cámara. "Los mejores arrebatos de Skinner en los Comunes", titulaba el Telegraph; "La interrupción de Skinner en el Discurso de la reina llega después de siete asaltos a los conservadores", en Huffington Post; "La contribución anual de Skinner al Discurso de la reina", en The Spectator; o "Resumen de los ataques de Skinner", en el Mirror. La Wikipedia muestra dos tablas: una que resume las veces que ha sido suspendido (al menos diez, la última en esta misma legislatura) y otra con las frases pronunciadas en el acto de apertura del período de sesiones en el parlamento. Entre ellas, en 1992 gritó: ¡Díganle que pague sus impuestos! [Tell her to pay her tax!], en referencia a la reina.

The Independent apunta en su artículo que, a juzgar por el volumen con el que se escuchó la voz de Skinner en televisión, todo parece indicar que el micrófono más cercano (cuelgan del techo) estaba abierto. Y así ha ocurrido en las últimas cuatro décadas, la frase de este veterano laborista se ha escuchado alta y clara. A mí me gusta imaginar que este republicano cuenta con la complicidad de la soberana, que a sus 90 años ha aprendido a apreciar el arte, el noble arte de disentir.

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