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Ocaso en la política

Algunos dirigentes exhiben la carencia de un elemental equipaje cívico
Blog de Lois Caeiro. MX
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A la bobada y a la necedad en política se impone llamarlas por su nombre. Le diré que si hay alertas por olas de calor o temporal también las debería haber cuando en política la necedad sustituye a las ideas y sube a los niveles en los que no se justifica. Cuando un dirigente político, de un partido de gobierno, lleva el debate a contenidos de guion de ‘cine de barrio’, se expresa con mal gusto o evidencia carencia de un elemental equipaje intelectual y cívico hay que ponerse en alerta. Acaba de suceder, como habrá observado usted con la misma incredulidad que un servidor, en la campaña andaluza con las puestas de sol. Traigo el asunto a esta carta por lo que entiendo como sintomático del nivel en que se mueve la confrontación política, no por comparar puestas de sol, que es para cartas de poetas o enamorados.

Le hablo de las respuestas que obtuvo en un par de dirigentes del socialismo andaluz la comparación entre la puesta de sol en Fisterra y en Granda, que hizo en un mitin Núñez Feijóo. Vaya nivel del presidente del PSOE andaluz —‘tontopollas’, cateto, entre otras lindezas dirigidas al popular— y el aspirante socialista a presidir la Junta que habla de "ofensa a Andalucía". O están desesperados o se mueven en la zafiedad. No es que se haya perdido el norte, sencillamente algunos carecen de brújula para navegar.

Comprenderá usted que si entre los gallegos no hay doctrina unánime sobre si es más hermosa la puesta de sol en Fisterra que en Cabo Vilán o Corrubedo, no incorpore un servidor a la comparativa el granadino mirador de San Nicolás. Donde, por cierto, Clinton no dijo lo que dicen que dijo. Asintió. No parece que el romanticismo caracterice al expresidente. Una puesta de sol, coincidirá usted conmigo, se mide más con el alma y por la compañía que con los ojos.

Tampoco entro, por desconocimiento, lejanía y hasta le confieso que desgana, en qué se baraja para Andalucía en esta campaña. Cuestión diferente es el efecto que los resultados andaluces tengan para la política española.

Con tonterías del calibre de las respuestas del señor Espadas, aspirante a presidir la Junta, y de Manuel Pezzi, presidente del partido en Andalucía, se queda muy corta Milena Busquets cuando dice que discutir sobre política es como dar con la cabeza contra un muro de ladrillos.

Mantengo el recuerdo algo borroso de una lejana lectura juvenil en los artículos de Mariano José de Larra. Era una obligación para quien aspiraba a periodista. Creo que sirve para una aproximación al nivel de este par de dirigentes políticos en campaña. No sé si ha sido consecuencia de una noche larga por el Sacromonte o este discursillo tabernario es el terreno en el que se mueven habitualmente.

En un pueblo de algún lugar de tierras españolas había un auténtico puente romano y en alguna parte del mismo habían colocado los vecinos piadosos una imagen de un santo de gran devoción local. La cuestión es que al visitante que llegaba al pueblo lo que le mostraban con orgullo los lugareños era el santo, sin valor artístico alguno, que habían colocado, como a un cristo un par de pistolas, en lo que era el auténtico monumento. Viene a ser esta una forma, más ridícula si cabe, que la de mirar al dedo que apunta en lugar de a lo que pretende mostrarnos.

Para un caso —el puente— vale como explicación la falta de cultivo cultural y para el otro, el dedo, la necedad. De ambas carencias han dado muestra los dos dirigentes políticos que le cité. Lo asombroso, y preocupante, es que uno de ellos aspira a gobernar una comunidad. No sé, e imagino que usted tampoco, cómo con tal bajo nivel como manifiestan han podido pasar unas mínimas pruebas de selectividad o idoneidad para ocupar o aspirar a cargo público. ¿Tan bajo ha caído el nivel de los dirigentes políticos como para aplicar descalificaciones de patio de colegio infantil o de discusión tabernaria en hora avanzada a algo tan simple y alejado de contenidos políticos o de competición de campaña?

Para un caso —el puente— vale como explicación la falta de cultivo cultural y para el otro, el dedo, la necedad. De ambas carencias han dado muestra los dos dirigentes políticos que le cité. Lo asombroso, y preocupante, es que uno de ellos aspira a gobernar una comunidad. No sé, e imagino que usted tampoco, cómo con tal bajo nivel como manifiestan han podido pasar unas mínimas pruebas de selectividad o idoneidad para ocupar o aspirar a cargo público. ¿Tan bajo ha caído el nivel de los dirigentes políticos como para aplicar descalificaciones de patio de colegio infantil o de discusión tabernaria en hora avanzada a algo tan simple y alejado de contenidos políticos o de competición de campaña?

No se trata de puestas de sol ni de siglas en competición, se trata del nivel que refleja tal grado de estupidez a donde ha descendido el debate político.

El recurso primario a la pasión pueblerina —ofensa a Andalucía, cateto, ‘tontopollas’— dice que para la confrontación política vale todo menos las ideas, que no las tienen, y los programas, que les hacen. Dice que el nivel de algunos dirigentes, además de desprestigiar la organización que representan, suponen un peligro general. Cómo no va a estar en crisis y ser cuestionado el sistema si lo sustentan pilares como estos.

Algún día, y sin tardar, quienes controlan las organizaciones tendrán que prestar atención al charco de mierda que alimentan. Y en lugar de cuestionar el hipotético pasotismo del ciudadano deberían analizar las causas de la no participación, del voto en blanco y el nulo que se ve que es intencionadamente nulo. El ciudadano que opta por quedarse en casa o sentarse a tomar una caña en una terraza no carece de razones.

De usted, s.s.s.

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