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Límites al pago de la meritocracia

Cuándo son "indecentes" las remuneraciones a un buen directivo

SEÑOR DIRECTOR:

¿Qué entendemos por remuneración astronómica a un directivo? ¿No tiene límites por arriba el valor del mérito? ¿Cuándo se puede calificar de ‘indecentes’, como hizo Le Monde en el caso de Stellantis, las compensaciones de todo tipo al máximo gestor de una empresa? El debate se presta a todas las demagogias imaginables en una y otra dirección. Pero cuando irrumpe en campaña electoral, los candidatos están obligados a dar la respuesta que tenían aplazada o era quizás el silencio y el dejar pasar la propia respuesta. Macron, nada más y nada menos, "el presidente de los ricos", se pronuncia a favor de establecer un límite europeo a los salarios, a las remuneraciones de los directivos. ¿Sería cortar alas a la meritocracia? El traspaso de la decisión a Europa la explicó ya antes su ministro de Finanzas: no es una medida que pueda adaptar unilateralmente un país, a riesgo de quedarse sin los mejores gestores, que irían a otros mercados que no estableciesen techo. La oferta de buenos directivos es ‘estrecha’. Y el debate, aunque alguna visión quisiera reducirlo a ese marco, no es solo de oferta y demanda, cuando las empresas que pagan sumas astronómicas a directivos recurren al dinero público en ayudas a proyectos, subvenciones o aportaciones de todo tipo, como se vio con la pandemia, para garantizar su viabilidad como sociedades privadas. Le añadiría la necesaria comparación entre la inmensa distancia que separa, por abajo, los ingresos de los máximos responsables políticos de la marcha de un país y los directivos de grandes empresas cotizadas. Las responsabilidades no serán precisamente menores entre unos y otros.

MX.

Hay, al menos un par de aspectos más que interesan en el editorial que le cité de Le Monde. La necesidad de mostrar sensibilidad con el entorno social y económico en el que se opera alcanza a las empresas. Y el propio sistema, cuando las desigualdades crecen a mayor ritmo que la inflación, ha de contemplar el riesgo de que los salarios astronómicos puedan cortar las ramas sobre las que se asienta el capitalismo.

Con la inflación desbocada por Europa y el mundo, se pide a los trabajadores y a las clases medias contención en los salarios y, al tiempo, aparecen los incrementos desorbitados de las remuneraciones de algunos directivos. Cuando se habla de congelar las pensiones, se provisionan en un ejercicio 2,38 millones para la pensión de una persona.

Stellantis es, como conoce usted perfectamente, una de las grandes sociedades de fabricación y comercialización de automóviles en el mundo. Empezó a cotizar en las bolsas de París, Milán y Nueva York en enero del pasado año. Tiene la sede, por interés fiscal, en los Países Bajos. Es el fruto de la fusión de fabricantes como PSA, Fiat o Chrysler. Comercializa unas 14 marcas muy conocidas de automóviles. La fusión contó con el visto bueno de la Unión Europea por razones de garantizar la competencia. Carlos Tavares, un directivo de origen portugués que estudió y se hizo en Francia, lideró con éxito la fusión del conglomerado de empresas y marcas. Es la figura que concentra los méritos de esta gran operación de fusión de empresas, fórmula que un máximo responsable anterior de Citroën, ya desaparecido, veía como la única vía para hacer frente a las altas inversiones que exige la transformación del sector hacia el coche eléctrico. No hay cuestionamiento alguno, muy al contrario, de su capacidad y de su gestión. Las cifras del pasado ejercicio así lo avalan. Tavares había sacado ya de los números rojos a la francesa PSA, que tiene factoría en Vigo, la que conocemos los gallegos como Citroën, de peso importante, directa e indirectamente, en el empleo en Galicia. Por cierto, parece que su relación con el Gobierno de Sánchez no es precisamente buena. Como máximo gestor de PSA, Tavares lideró la absorción o fusión de Opel. En su ya larga carrera de alto directivo fue gestor de Renault y Nissan.

Le cuento lo anterior para situarnos en el contexto de la polémica abierta, y activada esta semana, por la remuneración ‘astronómica’ que recibe este directivo en 2021: un poco más de 19 millones de euros. La vuelta a la actualidad informativa en Europa del sueldo de Tavares se produce el pasado día 13 por el voto negativo de la junta general de accionistas, entre los que está el Estado francés, al sistema de remuneración, que había aprobado el consejo de administración. El voto de los accionistas, los dueños teóricos, es solo consultivo: una ficción o un barniz democrático. A esa misma junta se lleva la invitación al personal de la empresa para que en la contención salarial se adapte a las exigencias de la transición al coche eléctrico. Una carencia de oportunidad: remuneraciones de decenas de millones para los directivos y contención para los trabajadores. Los accionistas mostraron otra sensibilidad con su negativa.

Me recordará usted que este tipo de polémica viene de atrás. Me recordará la que estalló con la banca y las eléctricas en la gran depresión, que siguió a la crisis financiera de 2008. Mientras la banca, cajas incluidas, aparecían en el núcleo y causa de la catástrofe, las remuneraciones, indemnizaciones y aportaciones a pensiones de sus directivos no se daban por aludidas. Merecían el calificativo de "escandalosamente astronómicas" y "provocaciones".

El asunto, no solo en España, fue bandera para grupos alternativos y rupturistas que obligó a una mínima atención a los partidos tradicionales. Incluso Sarkozy habló de la necesidad de refundar el capitalismo. Ahí se quedó. En muchos casos, además y no es un detalle menor, la participación de esos directivos en el capital de las empresas era y es mínima, ínfima. En las cajas, nada por supuesto.

La atención de los medios y los políticos en los algo más que 19 millones de euros para el máximo directivo de Stellantis en 2021 —más del doble que el CEO de Volkswagen y seis veces que el de Toyota— se reactiva en Francia en plena campaña de la segunda vuelta de unas presidenciales de nervios. La cuestión es munición para los populismos. Falsos moralismos a un lado, realmente representa un test para que la cuestionada superestructura burocrática y política de Bruselas se aproxime a la sensibilidad de la ciudadanía europea.

De usted, s.s.s.

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