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Enredo inagotable

El riesgo de rebaja en el nivel académico es más real en la ley Celaá que la escenificación de nacionalismos con las lenguas

Señor director: la capacidad de la política para enredar es inagotable. Nos sorprende incluso a los más viejos del lugar. Los que fueron esta semana asuntos nucleares de la agenda política en el debate público son un ejemplo. Hubo también en la política gallega desvíos y desvaríos de la ruta fundamental: economía y salud. Reaparecieron con fuerza los bloques que desvergonzadamente presumen de carecer de puentes con el de enfrente y presentan la afirmación de los extremismos como prioridad de la gestión política.

Oídos sordos

Al discurso público del Papa en la audiencia a Pedro Sánchez, con mensaje para todos los responsables políticos españoles, le habrán prestado atención los fieles devotos del rosario vespertino parroquial, si lo hay, porque la práctica de los políticos, para quienes iba dirigido, exhibe con entusiasmo todos los excesos peligrosos sobre los que advertía Francisco. La primacía de lo ideológico, de los extremos y del nacionalismo -uno y otro, excluyentes ambos- dominan la pista de baile de la política española.

No es solo que los hechos demuestren que la línea política del Gobierno la marca Pablo Iglesias y la sigue Pedro Sánchez, para escándalo de baronías socialistas no presentes en Galicia. Hay que reparar también como síntoma en los titulares de portada en algunos periódicos de la capital. Los había incendiarios. Si Arzallus estuviese vivo hablaría del regreso de "la Brunete mediática". Antes de publicar los asuntos que entienden de interés informativo, algunos los pasan como mínimo por la deformación de los espejos del callejón del Gato, como los esperpentos de don Ramón del Valle Inclán. Le diré también que no sé de dónde salieron esos titulares que aseguraban que la Comisión Europea "avala" la normativa del Gobierno frente a las campañas de desinformación y las noticias falsas (fake news). Es una interpretación, algo más que libre y sobre todo es interesada y manipuladora de las palabras del portavoz de la Comisión.

Los garbanzos

Las cuestiones prosaicas de los Presupuestos -los garbanzos, que dijo Fraga- se obvian, en momentos del máximo interés por la economía. Prima la atención a un escándalo, comprensible pero no para monopolizar, por el apoyo de Bildu a los Presupuestos y las explicaciones desde el Gobierno. Y se activa a todo gas el recurrente asunto lingüístico para escenificar un choque más de los nacionalismos, de uno y otro lado, no solo de uno. Es este un debate estéril ante la empecinada negativa e incapacidad para asumir la realidad y acordar de forma estable el plurilingüismo en España. En este caso concreto el debate es además artificioso, tanto por parte de Esquerra que buscaba un pretexto -presentar un logro- ante los suyos por el apoyo al Gobierno, como por parte de quienes en el PP, con Ciudadanos y Vox, transmiten el mensaje de que se tambalea la presencia del castellano en la enseñanza. "Adiós al castellano", tituló algún periódico. No es eso, ni en la ley Celaá ni en la enmienda aprobada.

Lean las 193 páginas de la ley. Otros asuntos hay para la preocupación, el análisis y el debate: ¿supone o no un riesgo de rebaja en el nivel académico la cultura de evaluación que introduce?

Que esta llamada ley Celaá suponga la octava desde la Transición muestra, como sucede ahora, la primacía del partidismo y la incapacidad para acordar a la hora de afrontar una cuestión fundamental como la enseñanza.

La actualidad algunos la pasan por los espejos deformadores del callejón del Gato 

En este momento, la imposición del debate ideológico, con la magnificación exagerada hasta el máximo de las diferencias, se produce cuando se pierden cientos de vidas cada día, y en una situación algo más que gris de caída de la actividad económica, con horizonte incierto de recuperación en España para varios años, como recordaba el FMI el jueves en la línea de otros pronósticos ya conocidos. El debate, al menos público, de los políticos no se ocupa de la economía. Habría que imaginarlo, en lo económico, como cuestión definitoria de los Presupuestos. Cabría esperar que en el debate se ocupasen del impacto o del efecto que puedan tener para la recuperación o para lo contrario. El tratamiento que Galicia merece en esas cuentas del Estado para el próximo ejercicio, salvo para el diputado que el BNG tiene en Madrid, no mereció atención en el pleno del Congreso ni parece asunto de debate aquí. El desatino de Gonzalo Caballero cuando pide al PP gallego y a Feijóo el sí a esos Presupuestos es una profundización más en la línea errática que mantuvo en la campaña electoral o con el tema de Alcoa.

Urgencias

La urgencia del señor Tellado (PP), con una proposición no de ley en el Parlamento, con un problema que aquí no existe, presenta una preocupación que surgirá del -o para- seguimiento de esos medios de comunicación madrileños a los que me referí. La intranquilidad se la podría despejar fácilmente el conselleiro de Educación, Román Rodríguez: no hay motivo alguno para ver en peligro la enseñanza en castellano y del castellano en Galicia. Podría parecer que señor Tellado olvidó quienes ocupan actualmente la Xunta y tienen mayoría en el Parlamento.

Los nacionalistas de uno y otro lado tiraron del recurrente asunto de las lenguas, centrado hacia Cataluña, y la definición de las lenguas vehiculares en la enseñanza y el debate se queda ahí. Para qué encenderlo en Galicia. Por cierto, hasta la llamada ley Wert (diciembre, 2013) no figuraba y nadie se alarmaba.

Ojalá se cumpliese en materia lingüística lo que dice, al menos en tres ocasiones, la ley Celaá: los alumnos saldrán en cada etapa de la enseñanza con el dominio hablado y escrito del castellano y de la otra lengua cooficial, donde exista. Además, en la enseñanza de las lenguas extranjeras se priorizará la comprensión y la expresión oral en las mismas. A muchas generaciones de españoles nos metieron gramática francesa o inglesa hasta las orejas pero salíamos sordos y mudos en lengua extranjera.

Dice también, para que no se repitan tonterías, que la enseñanza de lengua y literatura se hará en el idioma correspondiente. Las tonterías de las que le hablo son las de enseñar castellano en catalán -abuso hasta el absurdo del nacionalismo- o las que descubrí con uno de mis hijos, bien entrada la autonomía, que recibía la clase de gallego en castellano. No lo califico, con su permiso.

De usted, s.s.s.

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