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El enemigo está dentro

El copiloto de Boris Johnson en el Brexit pretende "cambiar el curso de la historia", sea como sea
Una manifestante en Londres. EFE
photo_camera Una manifestante en Londres. EFE

UN HOMBRE calvo que viste vaqueros y camiseta sin cuello, esa moda de las Tee-Shirt, no parece que encaje en la indumentaria de trabajo de un asesor fijo en el 10 de Dwoning Street, sede del primer ministro británico . Ese es el cerebro que desde el 24 de julio está en alerta con el objetivo de que el 31 de octubre, "sea como sea", el Reino Unido esté fuera de la Unión Europea. Dominique Cummings, protagonista de película en plataforma televisiva, es el copiloto de Boris Johnson para "cambiar el curso de la historia". Cerebro de hierro, Maquiavelo del Brexit, son algunos de los descalificativos más suaves que le dedican algunos medios internacionales en el retrato que ofrecen de él.

ACENTUAR EXTREMOS 
Abro con el encabezamiento anterior para situar el foco sobre un personaje relevante y para subrayar su papel en la arriesgada paralización de la actividad parlamentaria en Westminster. En definitiva, la suspensión de la democracia parlamentaria en el Reino Unido. El país, cuna anticipada de la democracia parlamentaria, donde "el liberalismo dejó de ser doctrina de un partido para ser filosofía de una nación", según nos enseñaron en la historia de las ideas políticas.

Con la finalidad declarada de variar con trampas la marcha de la historia en las democracias liberales, observará usted que aparecen en la política cerebros o profesionales del manejo de la opinión pública y la estrategia política en la sombra. No los confundamos con el clásico director de campaña. No hay que ser conspiranoico para verlo. De tiempo en tiempo afloran incluso nombres de financiadores, no les llamaremos mecenas, de los histriones políticos de turno para que accedan al poder. Todo pudo arrancar con la radicalización o acentuación de los extremos con la derecha y los republicanos estadounidenses.

Estos cerebros emplean las herramientas —armas— de las nuevas tecnologías para que los populismos se extiendan y las posiciones se extremen. Ganan elecciones. Le recomiendo The Uncivil War, si no ha visto ya o también la reciente serie sobre la aparición de Fox News y un depredador sexual al frente, La voz más alta.

Quizás recuerde estos días cómo Steve Bannon, ex asesor de Donald Trump, se asentó en Europa con el objetivo de unir a todos los populistas ante las pasadas elecciones al Parlamento europeo. No era precisamente para reforzar la Unión.

Son personajes, como ahora en Londres el de la camiseta y vaqueros, a los que hay que prestar suma atención. Llevan a acciones como la de Boris Johnson que el Speaker John Bercow califica de "atrocidad constitucional".

La suspensión del Parlamento británico es asunto relevante y de preocupación para las democracias liberales

Boris Johnson gobierna sin haber ganado unas elecciones, pero sí un referéndum. Mantuvo una estrategia clara para llegar a donde llegó aunque pareciese, o precisamente por ello, una veleta ideológica. Sucedió con otros en otros países. Johnson, que pertenece a la élite inglesa, es un bufón que no duda en tirar de argumentos falsos. Es un curtido hombre de Estado y, al tiempo, un "primer ministro populista, cínico y brutal". En síntesis, es un hombre con muchos rostros o personalidades varias, según el duro editorial que desde el otro lado del Canal le dedicó el jueves Le Monde.

ENEMIGO DENTRO
Prestamos un momento de atención a algunas voces críticas, también en The Times. Eso de filosofía de una nación, referido al liberalismo inglés, fue válido hasta el pasado miércoles. En el diario conservador, que fue toda una institución, David Pannick, abogado y miembro de la Cámara de los Lores, entendía la decisión, que aprobó la Reina, como contraria a la democracia parlamentaria. Desarrollaba tres argumentos político-jurídicos que para otras opiniones no lograrían invalidar nada ante un Tribunal. Pero sí la ruptura con una filosofía política: la soberanía parlamentaria. Sabemos, nos lo han explicado por activa y pasiva, que el procedimiento seguido por el primer ministro británico es con toda probabilidad legalmente ortodoxo, lo cual no le resta gravedad política alguna para el Reino Unido, para Europa y para agravar una situación de inestabilidad que se extiende política e institucional.

"El enemigo de la democracia está dentro", titula el último número de The Economist, con una impactante portada que incluye una oveja negra. La llamada biblia del liberalismo —un millón de suscriptores— pide editorialmente a los diputados que paren a Boris Johnson. Se ocupa el semanario del populismo y el cinismo como corruptores de la democracia. Lo que acaba de suceder en Londres es asunto relevante para el mundo libre.

No resta relevancia a la decisión , no deja de ser extraordinaria por el hecho de que existan algunos precedentes. Como con John Major, que ahora se suma a la acción judicial contra Boris Johnson. En 1997 recurrió a la parálisis parlamentaria para tapar comportamientos mercantilistas de los diputados. Perdió estrepitosamente las elecciones y dio paso al laborista Tony Blair. Qué seguirá ahora con esta suspensión para impedir que el Parlamento se ocupe del Brexit: "no tenemos ni la más remota idea", según creíble confesión del titular de Defensa.

VARIAR LA HISTORIA
Si el objetivo del copiloto de Johnson es "cambiar el curso de la historia", no nos deberían sorprender las descalificaciones, como "el día en que la democracia murió", que recibe la suspensión del Parlamento durante cinco semanas, desde el 13 de septiembre al 14 de octubre. Tampoco debería parecer fuera de lugar, como le contaba anteriormente, que una decisión así de un populista en el Gobierno haga más sonoras las alertas de quienes vienen advirtiendo de los riesgos que amenazan a las sociedades abiertas.

Quizás, señor director, debamos ver el mejor dato de las reacciones en contra de la decisión que le llevó a la Reina el primer ministro, en que en menos de 24 horas, desde que se hizo pública la noticia, y saltaron ya las manifestaciones a la calle, se reunieron más de 1,5 millones de firmas contra la misma. Los conocedores de la mecánica legal británica, dicen que abre una vía para llevar la decisión de Boris Johnson al Parlamento.

El terremoto producido es indiscutible. Algunos efectos ya saltan, como la dimisión de la líder tory en Escocia. Territorio este fundamental para ganar las elecciones los conservadores. O la vía que abre, cuando la primer ministra escocesa asegura que "murió la democracia" y "la independencia de Escocia se volvió inevitable". Puede colocar también de nuevo el problema irlandés en un callejón oscuro, que parecía despejado desde los famosos acuerdos de viernes santo.

De usted, s.s.s.