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Bronca y propaganda de gestos

La ignorancia de Rivera hacia los diputados presos es tan destacable como el saludo entre Sánchez y Junqueras

Jordi Turull saluda en el Congreso. GUILLÉN (EFE)
photo_camera Jordi Turull saluda en el Congreso. GUILLÉN (EFE)

SEÑOR DIRECTOR:

Tentado he estado de remitirle a usted las crónicas que Josep Pla o las que nuestro paisano Julio Camba escribieron en los días que siguieron a abril de 1931, muy especialmente aquellas en las que se ocupaban de las Cortes constituyentes de entonces. Me pareció aún más justificado después del leer ayer las reacciones de los señores Casado y Rivera a la entrevista en El País de Manuel Cruz, presidente del Senado. También lo que el templado Chaves Nogales escribió sobre el problema catalán.

Una vez más sospecho que o algunos no sabemos leer, que pudiera ser, o, en este caso los asesores de Casado y Rivera leen o escuchan lo que no se ha escrito o dicho. El filósofo y catedrático Manuel Cruz no pidió la absolución de los políticos independentistas. Dijo que "una sentencia absolutoria de los líderes del procés lo reconciliaría todo. Es una posibilidad. Si no es así, parece claro que generará una respuesta en Cataluña porque los sectores independentistas reaccionarán". ¿Qué tiene que rectificar el profesor Cruz, presidente del Senado? Aquí vale todo en el ejercicio opositor con la cuestión catalana como pretexto. Estamos, señor director, jugando con fuego en busca de pírricas rentabilidades partidistas. Que fuese o no oportuna esa entrevista en la jornada de ayer, es otra cuestión.

Josep Pla escribía una crónica desde Madrid, que La Veu de Catalunya publicaba el 20 de abril de 1931, con un ladillo que decía "El nubarrón de estos momentos: Cataluña". La amenaza de tormenta, con granizo destructor de las cosechas, en mayo de 2019, sigue siendo de la misma: el problema que hay en Cataluña. Esto lleva razonablemente a concluir que desde aquella crónica de Pla, en 1931, a hoy no se ha aplicado medicina o terapia curativa. Sabemos que los separatistas nunca se darán por satisfechos hasta conseguir la independencia. Cierto. Pero si en lugar de decrecer aumentan en número los independentistas, como las setas tras las lluvias, el tratamiento del problema no ha sido acertado. El presidente del Senado, por cierto, propone en esa entrevista algún antídoto: "el enemigo del independentismo es el federalismo". De eso no hablaron ni Casado ni Rivera a la hora de pedirle rectificaciones.

La política está para resolver problemas. No puede asumirse el problema catalán como un mal crónico, que hay que conllevar, tal como proponía Ortega y tal como tantas veces parece la explicación lógica. Se va más lejos en estos momentos. La deslegitimación del contrario, fundamentalmente con Cataluña como pretexto, es la dinámica del discurso y la acción política en la que se ha entrado desde hace más de un año, después del desplazamiento entonces de Mariano Rajoy del poder, tras la sentencia de la Gürtel.

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La presencia en el Congreso y el Senado, en la sesión constitutiva de la XIII Legislatura, de cuatro diputados y un senador, que se encuentran en prisión provisional, a los que juzga el Supremo, organizó una bronca política monumental esta semana. Nada bueno pronostica por el tono, las formas y el abuso recurrente de elementos de crispación y quiebra en la política y la sociedad.

Ciertamente no es normal que un furgón policial lleve a presos a tomar posesión como diputados. Tampoco entra en la normalidad que los candidatos en unas elecciones estén en la cárcel

Ciertamente no es normal, en lo que conocemos del mundo, que un furgón policial lleve a unos presos a tomar posesión como diputados. Tampoco entra en la normalidad que los candidatos en unas elecciones estén en la cárcel o huidos de la justicia en el extranjero. Y tampoco entra en los hábitos de las cámaras de representación democrática de ninguna parte del mundo que cada cual jure o prometa con la fórmula que estime más propagandística y mitinera. Acepta o no. Y punto. Es un espectáculo lamentable, de quien lo protagoniza. Son activistas. Y es lamentable por parte de quienes permiten esos números, con sus reglamentos o su interpretación.

No acudo en esta carta a las crónicas de Camba y Pla más que en mínima referencia, aunque a esta legislatura, que arranca, también se le pueda aplicar el pronóstico de que "esto empieza mal". Puede tirar usted de refranero y es probable que no nos equivoquemos. No le sugiero más citas, después de haber visto en un periódico madrileño, a propósito de lo que sucedió en el Congreso esta semana, una referencia al incendio del Reichstag en 1933. Con munición así, no sorprende la bronca que organizan los políticos y que esa cara de asco de Rivera al paso a su lado en el Congreso de los diputados presos se acabe reproduciendo en la calle.

Voy a ser ligeramente incorrecto, si su probada liberalidad me lo permite. Más que la foto del saludo entre Sánchez y Junqueras debería llamarnos la atención y preocuparnos el comportamiento del señor Rivera -negó el saludo- con los diputados presos, a su lado. Ese no es el espíritu de la transición. No hizo lo mismo su compañera de partido, la hábil Inés Arrimadas, con su saludo, beso incluido, al preso Josep Rull. Quiero creer que no la harán sospechosa de veleidades secesionistas. Cuando se pierde la cortesía, significa que ha dejado de regir la cabeza. Quizás Arrimadas le recordaba a su todavía jefe de filas —a ver qué sucede con los resultados de Ciudadanos—, tras acentuar el perfil más duro y derechoso Girauta y Rivera, que cuando se dicen miembros de un partido liberal, y no de la bancada del pataleo de Vox, hay que mantener las formas.

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Permítame una mínima disección de lo que sucede para no confundir el culo con las témporas. 1) La legislación procesal, penal o parlamentaria no llega contemplar toda situación hasta el mínimo detalle. Si así fuese, no habría lugar a este circunloquio legal en el que se mueve el poder judicial y el legislativo para suspender a los diputados presos. Muchos de los detalles que se agitan no parece que estén claramente definidos, aunque el señor Rivera tire de Reglamento —artículo 21.2— y pidiese la suspensión del pleno. Y aunque el Supremo devolviese la patata caliente a las Cortes.

Parecería lógico que se admitiese esto antes de organizar el guirigay al que asistimos y antes de lanzar acusaciones de alto voltaje contra la presidente del Congreso o del Senado. ¿Todo catalán es sospechoso en su españolidad aunque no la exprese al modo de la plaza de Colón? Cuidado. Pongan freno, antes de que la legislatura sea un lodazal.

2) Habrá que admitir las evidentes diferencias entre lo que es independentismo o secesionismo de lo que es federalismo, autonomismo o reconocimiento real de la pluralidad territorial y lingüística de España. No vamos a pedir, sería ir a por peras al olmo, que quienes responsabilizan y acusan de grave traición a la presidenta del Congreso por la presencia de los diputados presos en el bar del Congreso, por reunirse en una sala con sus esposas e incluso por utilizar sus teléfonos, le digo, señor director, que no esperemos de la intolerancia de estos vocingleros que diferencien entre nacionalismo político y nacionalismo cultural.

Cuestión diferente es que a estas alturas del calendario andemos todavía con nacionalismos, secesionismos y fronteras. Pero esa maleta acompaña por igual a los intolerantes de ambos lados.

3) El mantenimiento de las formas no es debilidad o cesión en las ideas que uno defienda y en sus convicciones. No pronostica nada bueno cuando se pierde la cortesía. Le repito: el señor Sánchez actúa correctamente cuando saluda al señor Junqueras. E, incluso, cuando acepta que hay que hablar. Pues claro.

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