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Un virus llamado Alcoa

Grandes industrias ejecutan en Galicia deslocalizaciones y cierres programados hace años

Foto MONCHO FUENTES (EFE)
photo_camera Foto: MONCHO FUENTES (EFE)

GUERRA fría en la industria. Galicia asiste a la confluencia de varias borrascas que avanzan rápido y bajo parámetros muy similares. Algo parecido a una tormenta perfecta con demasiadas coincidencias entre los frentes como para no sospechar. Son los costes energéticos, sí, pero también los tiempos y los modos y maneras en un proceso que, como un calco, se viene repitiendo en los últimos meses. Y esto no es de ayer.

La secuencia dice algo así: primero, ralentización de la producción propiciada por años de crisis y caída de ingresos, real o prevista, a la que sigue un calculado freno a las inversiones, sean en innovación o en simple mantenimiento de las plantas. Después llegan, salpicados, los expedientes de regulación temporal de empleo, reducción de costes buscando mantener los márgenes y, como consecuencia directa, el anuncio de clausura parcial de hornos o instalaciones, siempre propiciada en gran medida por un entorno poco favorable. Marco regulatorio, inseguridad jurídica, costes energéticos... El argumento varía. Finalmente, cierre y abandono del proyecto. Con algunas variantes, este "timing" es compartido por las grandes industrias que actualmente afrontan cierres y deslocalizaciones en Galicia. Alcoa, Ferroatlántica o Naturgy son la avanzadilla de una ola que puede derivar en maremoto. La falta de inversiones en los cuatro últimos años es el vago argumento empleado en el caso de la multinacional norteamericana del aluminio para revestir de cierta racionalidad la decisión de cerrar en A Coruña, pero ese libreto, la falta de recursos destinados al proyecto, también lo emplea la antigua Gas Natural-Fenosa para abandonar su central térmica de Meirama. ¿Hace cuánto tiempo no realiza inversiones Ferroatlántica en sus tres plantas gallegas? ¿Y el resto de la gran industria?

Sigue la pista del dinero, decía "Garganta Profunda" a unos jóvenes Woodward y Berstein, los reporteros de The Washington Post que tumbaron a Nixon en 1974. Pues en esto sucede algo parecido. Si seguimos la pista de las inversiones, o de su falta, encontraremos muchas respuestas. Quizá no sea necesario tan trabajoso esfuerzo ante muros de silencio. Y es que Fernando Soto, director general de la Asociación de Empresas de Gran Consumo de Energía, aporta una de las claves más reveladoras y deja todo al descubierto: "Existe un riesgo de reducción de producción y de lo que llamamos una deslocalización silenciosa. Cuando tú entras en pérdidas y no sacas ingresos suficientes para hacer mantenimientos adecuados, innovación, etcétera; la empresa está corriendo un riesgo alto de que, ante una avería o un revés importante, no haya dinero suficiente para repararla y se convierta en el fin de la planta. El riesgo de deslocalización silenciosa llevamos años padeciéndolo". Lo dice quien está al frente de un lobby que integra, sin ir más lejos, a Alcoa, Ferroatlántica, Celsa y Megasa, entre otras grandes empresas gallegas o con fábricas en Galicia.

Los costes de la energía se pueden atribuir a Alcoa o Ferroatlántica como hándicap para su continuidad, pero no a la antigua Fenosa para clausurar Meirama. Si la mirada se dirige a Madrid para buscar responsables, es cierto que en nada ayuda la separación de dos carteras, Industria y Energía, cuando durante años estuvieron unidas bajo un solo ministerio. A esta evidencia se puede achacar la falta de coordinación, o a lo sumo de visión estratégica. Pero los tiempos en una España convulsa en el plano político no los marca el precio de la energía para la gran industria. Sin embargo, para buscar muchas explicaciones también debemos mirar atrás, cuando se planificó por parte de las empresas ese proceso de desconexión inversora. Y es que no solo asistimos al final de años de crisis, también al fin de un proceso de ajuste brutal que tuvo el déficit público como mantra. A ello se unió una batalla contra otro déficit distinto, el de tarifa, que ha sido millonario y lo pagamos todos a través de los costes regulados en la factura de la luz. La energía, sobre todo la alternativa como solar o eólica, ha atravesado por un desierto de incentivos por este motivo. En todo este juego revuelto se mueve la industria gallega y quienes toman las decisiones, en muchos casos a cientos de kilómetros. Haría muy bien el Gobierno en cambiar el paso, acelerar y, sin precipitarse, favorecer inversores que, como en el caso de Alcoa, no tengan a los fondos de inversión como santo y seña. Solo así se podrá evitar que en cinco años, tiempo de permanencia media que suelen tener en el capital de las empresas, volvamos sobre el mismo problema. Y, de paso, impedir que el virus de Alcoa se inocule a otras industrias.

La crisis de DIA y el caso de Pescanova
LOS informes "forensic" los carga el diablo. Es una de las conclusiones que se pueden extraer de la crisis de DIA, una cadena de alimentación que desde hace nada tiene un consejero delegado gallego, Borja de la Cierva, que hace básicamente lo que puede. De momento, el "ex" de Inditex tiene sobre la mesa una auditoría forense que ha revelado en poco tiempo prácticas contables nada ortodoxas de la anterior cúpula que van ya camino de la Fiscalía. Las irregularidades apuntan a los anteriores gestores, y se corresponden con su gestión en un año como 2017, sobre todo por su negocio en España.

Pocos informes "forensic" se suelen realizar en una empresa en este país. Sobre todo, si lo que se pretende es arreglar los problemas discretamente, sin acabar en los juzgados. Contados precedentes. El más reciente, y muy cercano, el "caso Pescanova". Fue su expresidente, Manuel Fernández de Sousa-Faro, quien, acorralado en el consejo de administración, propuso la contratación de KPMG para realizar una investigación interna. Aquello acabó en aquelarre. Y en el caso de DIA, también con KPMG de brujo, la crisis sigue unos derroteros similares.

Son muchos los paralelismos con la caída de Pescanova. La ocultación de pérdidas, una guerra accionarial interna, en este caso con "opas" y posibles "contraopas", el juego de equilibrios y la última palabra que tendrán los bancos acreedores dibujan esas similitudes. En el caso de DIA, se trata de una empresa en quiebra técnica y que anuncia 2.100 despidos. Aquí reside la principal diferencia. Pescanova, con concurso de acreedores incluido, apenas tuvo que recortar empleo. Algo es algo.

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