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Pista despejada en Rozas

Indra toma ventaja en la carrera de los drones civiles en Galicia con el proyecto Targus
 

Aviones no tripulados que se fabrican en Rozas. SEBAS SENANDE
photo_camera Aviones no tripulados que se fabrican en Rozas. SEBAS SENANDE

DE LAS PALABRAS a los hechos. De los anuncios oficiales y las promesas iniciales a los primeros resultados. Un recorrido de dos años desde la adjudicación de los grandes contratos permite hacer un primer balance y dibujar lo que es ya una realidad que se puede tocar, y que culminará en 2020 con las primeras pruebas de vuelo de algunos prototipos. El polo tecnológico de Rozas, en Castro de Rei, deja atrás el ruido y ofrece las primeras nueces. En este ecuador, superadas las dudas y el escepticismo inicial,es hora de que hablen las empresas. Y lo hacen con desigual tono.

El proyecto de Rozas, que pivota sobre lo que se entiende ya como el Centro de Investigación INTA-Xunta (CIAR), nació de un conjunto vacío, el de un aeródromo sin apenas uso en manos del Ministerio de Defensa: una pista, varios hangares y una fría y pequeña nave destinada a oficinas. Poco más. El proyecto de desarrollo del complejo fue adjudicado a principios de 2016 a dos de las grandes del sector, que no partían precisamente como favoritas ante nombres propios como Airbus y Boeing, que quedaron finalistas frente a una oferta ganadora desarrollada por Indra y Babcock.

La primera, Indra, una de las integrantes del Ibex-35, no es solamente una referencia en su sector, sino que se trata una compañía que un día fue pública, y de hecho el Estado retiene casi un 19% de su capital, siendo todavía su primer accionista. Por ello, en cierta medida, todo queda en casa, en el sector público, ya que además la Xunta es la promotora de la iniciativa, y lo hace sobre unas instalaciones gestionadas por el celoso Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (Inta), perteneciente a Defensa. Babcock, la antigua Inaer, es una viaja conocida en Galicia, hoy en manos del primer grupo británico del sector de la defensa. La compañía, siempre envuelta en la polémica, tiene en sus manos el servicio de salvamento marítimo adjudicado por la Xunta, y también los contratos de extinción de incendios, que reedita pese a su implicación en el conocido como «cartel del fuego», de reparto de adjuciaciones entre empresas.

¿Y cuáles son los primeros resultados del proyecto de Rozas? La Axencia Galega de Innovación, encargada de la supervisión de los proyectos, ha evaluado de forma positiva uno de los primeros avances. Se trata del proyecto Targus que Indra desarrolla en Rozas y que ha completado ya las primeras pruebas funcionales en tierra, ha elaborado el plan de certificación y solicitado la modificación de la estructura de la aeronave a la Agencia Europea de Seguridad Aeronáutica (EASA), según fuentes del grupo.

El Targus es en estos momentos uno de los proyectos más complejos de desarrollo de un dron civil que se está llevando a cabo en España. Se trata de una aeronave de más de una tonelada de peso, preparada para ser opcionalmente tripulada o pilotada de forma remota para volar a decenas de kilómetros de su base, con una autonomía de varias horas. Además del Targus, Indra ha conseguido superar los objetivos previstos inicialmente para el desarrollo de una embarcación remotamente pilotada (USV), presentada en su día en la Ría de Vigo, y el Centro de Misión y Proceso de Datos.

Frente a Babcock, siempre una incógnita, la española Indra presume de haber alcanzado los objetivos previstos. La compañía ha subcontratado su actividad con seis empresas gallegas por valor de 7,5 millones, según sus números. Gaerum y Seadrone, los dos subcontratistas principales de los proyectos Targus y USV, respectivamente, se han apoyado en grupos locales como Soarnor, Gradiant, Aeromedia o el Instituto Tecnológico de Galicia.

Actualmente, Indra baraja ofertas de otras diez empresas gallegas para participar en las siguientes fases de estos proyectos. Su desembarco en Rozas se producirá en la etapa de desarrollo de sistemas y fabricación de equipos, que arranca en los próximos meses. Todavía queda camino. La primera fase del proyecto Civil UAVs Initiative cuenta con un presupuesto de 115 millones de euros, del cual Indra recibe una financiación total de la Xunta de 20 millones y aporta activos propios por valor de 37,5 millones. Hasta el momento, la actividad de Indra y sus subcontratistas en empresas locales han generado un retorno indirecto de unos 19 millones, según sus propios cálculos.

El camino es largo y los pasos han sido medidos, pero Rozas comienza a ser una realidad. Al menos, los prototipos como el Targus. Las primeras pruebas de vuelo se realizarán en 2020. Será entonces cuando se despejen todas las dudas sobre la iniciativa de la Xunta. Y tocará entonces hacer balance, y lanzar los planes de fabricación a escala y comercialización. Ese será el futuro. 

INE versus IGE: ¿de quién fiarse para el PIB?
A vueltas con el crecimiento de la economía gallega. Así andan el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Instituto Galego de Estatística (IGE), que es como hacer referencia a Aemet y a Meteogalicia para hablar de las previsiones meteorológicas. Y es que, más allá de cualquier estimación, resulta que, analizados con perspectiva, los datos anuales de crecimiento del Producto Interior Bruto de Galicia que ofrecen uno y otro distan bastante. Ambos son organismos oficiales, y es por ello que las diferencias cobran todavía más relevancia. De resaltar esta divergencia se ha encargado el último informe del Foro Económico de Galicia. Y llama poderosamente la atención.

El asunto no es baladí. ¿Cómo afronta un agente económico, sea una administración o una empresa, esos datos para tomar decisiones? ¿De quién fiarse? El caso es que la evolución del PIB real de Galicia, analizada entre 2003 y 2017, presenta abultadas diferencias entre INE e IGE en algunos años. Por ejemplo, en 2013, y a ojos del Instituto Galego de Estatística, el PIB gallego retrocedió un 0,4%. Sin embargo, para el INE la caída fue del 1,6%. La diferencia es de 1,2 puntos. Si vemos los datos cerrados de 2015, cuando ya arrancaba la economía gallega, comprobamos que el PIB, para el instituto gallego, crecía un 2,4%. Si atendemos al INE, ese alza fue del 4,2%. El estudio del foro evidencia aquí una diferencia de 1,8 puntos. Al cierre de 2017, sin embargo, ambos organismos clavaron el crecimiento del PIB gallego, y lo situaron en 3,1%.Es cierto que, entre 2003 y 2017, las tendencias que muestran ambos son similares, pero no parece de recibo que a estas alturas haya tales disparidades.

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