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La otra fórmula de Inditex

Su plantilla aumenta en 10.000 empleados cada año desde 2010 y se triplica desde 2005

A PABLO Isla ya no le sudan las manos cada vez que tiene que presentar los resultados de Inditex. El presidente del grupo, cercano en la distancia corta, sigue envolviendo de prudencia su discurso, pero se le ve cómodo. Han pasado doce años desde que llegó a Arteixo, sede del gigante, y seis desde que es presidente del mayor grupo textil del mundo. El suyo fue un desembarco complicado, a los 41 años, nada fácil en una empresa especial, por decirlo de algún modo. Las dudas razonables que se suscitaron a su llegada, en una compañía consolidada que ya era una de las grandes multinacionales del sector, se despejaron a golpe de números. Y lo siguen haciendo. Todo es excesivo en Inditex.

El récord de beneficios y ventas que presentó esta semana la compañía (un resultado neto de 3.157 millones de euros, sobre unos ingresos de 23.311 millones en 2016) lo inundó todo, pero hay algo de lo que el grupo gallego apenas presume. Y debería.

Es su plantilla. Mejor dicho, su evolución. Echar la vista atrás permite comprobar que el reinado de Pablo Isla en Arteixo se ha saldado con una nómina de personal contratado que prácticamente se ha triplicado en número. De los 58.190 trabajadores de 2005, cuando llegó, a los 162.450 actuales. El ritmo es de vértigo. Un frenesí en el departamento de recursos humanos. Cada año, desde 2010, Inditex incrementa en una media de 10.000 empleados su plantilla. Ha habido excepciones, como 2015, cuando sumó 15.800 personas más al proyecto, y antes, en la antesala de la crisis, en 2008, cuando fueron 3.189 los nuevos puestos creados. Los trabajadores de las tiendas son el fuerte: suman el 87% de la plantilla. El crecimiento de la compañía le obliga a mantener un ritmo de aperturas de nuevas tiendas que ronda las trescientas al año, en su saldo neto; es decir, entre las que pone en marcha y las que cierra. Otro tanto sucede con las inversiones. Ya no sorprende que destine de forma casi recurrente más de 1.200 millones al año a nuevos proyectos.

Inditex es muchas cosas. Por su modelo de negocio, en parte. Podría ser un banco, por ejemplo. Su deuda financiera no pasa de los 62 millones de euros, mientras que mantiene en caja y en inversiones temporales (obligaciones, renta fija, fondos de inversión, imposiciones a plazo) unos 6.000 millones de euros, para situarnos algo por debajo de un presupuesto como el que maneja la Xunta cada año. A Inditex no le hacen falta los bancos para crecer.

En lo que sí se esfuerza la compañía de Arteixo, cada vez que toca rendir cuentas de sus resultados, es en intentar despejar con datos todas las sospechas y críticas que genera su modelo de negocio. Pablo Isla y su equipo se esmeran, año tras año, en transmitir sosiego en forma de números donde otros colocan sombras e incertidumbres. Es el caso de la aportación de la compañía al fisco español, el número de trabajadores contratados en España o la política con los proveedores más cercanos, los gallegos. En síntesis, todo lo que envuelve el denominado "efecto sede".

Cuando Pablo Isla habla de lo que se entiende por producción de proximidad no se refiere a los talleres repartidos por cualquier punto de la geografía gallega que todavía siguen trabajando para Inditex. Lo hace para señalar a Marruecos, Portugal y Turquía, donde el grupo tiene el grueso de miles de industrias auxiliares. Por eso desde Arteixo insisten ahora en que en España han creado unos 9.500 empleos en los últimos cinco años. O que han inyectado en su nómina de proveedores gallegos unos mil millones de euros en el último ejercicio a través de compras, en gran medida relacionadas con servicios, arquitectura, diseño, carpintería y electrónica.

Cuando en una presentación de resultados se difunde la contribución al fisco español de Inditex (aporta el 2% de la recaudación de Sociedades) y la compañía decide divulgar hasta la tasa efectiva de lo que paga por el impuesto que grava los beneficios, que es del 24,7%, lo que realmente intentan sus directivos es plantar cara con datos a aquellos que les acusan de las prácticas propias de cualquier multinacional, como Google o Apple: eludir, que no evadir, el pago de impuestos a través de sociedades holding constituidas en plazas off shore, de baja tributación, como Holanda, Luxemburgo o Suiza. Porque Inditex también lo hace.

La compañía fundada por Amancio Ortega y pilotada por Pablo Isla no tiene la fórmula de la Coca-Cola, pero casi. Ha dado con el modelo. Y no solo en cuanto a diseño y moda, sino a logística. Todo ello le permite tener una presencia global. Por eso Isla apenas frunce el ceño cuando le preguntan por el Brexit o por Donald Trump.

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