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Galicia y la España pobre

¿ES TAN POBRE Galicia como nos muestran las estadísticas comunitarias?. ¿Estamos tan lejos de Europa como reflejan? Pues, aunque resulte extraño, ambas preguntas tienen respuestas distintas. Galicia es más rica, si se mide en términos de PIB per cápita (por persona y año), que comunidades como Valencia, Murcia, Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha y Extremadura. A su vez, está por debajo de Baleares, Cantabria y Asturias, y se sitúa a años luz de Madrid, Cataluña, País Vasco, Navarra, Aragón o La Rioja. Esa es la foto fija que nos muestra Eurostat al abordar la
riqueza regional en 2013, que apenas registra variaciones frente al año anterior: representamos el 83% de la media europea, muy por debajo de España, que suma el 94%.

Siendo abultadas estas diferencias, lo más grave es el deterioro de la riqueza medida en términos de PIB en estos años de crisis. Ese túnel del tiempo en el retroceso acumulado que nos lleva a niveles de PIB por paridad de poder de compra, es decir, descontado el efecto de los precios y el tipo de cambio, del año 2004. ¿Una década perdida? Según se mire. En ese año, Galicia representaba el 82,5% de la media comunitaria, mientras que España había logrado colocarse ligeramente por encima del umbral de la UE. Desde entonces, el proceso de convergencia llevó a un crecimiento parejo entre el PIB per cápita gallego y el español frente al de Europa, hasta marcar su techo más alto en 2009 para el caso de Galicia, cuando España lo había hecho tres años antes. El desplome en cuanto a riqueza ha sido una constante en estos años de crisis, los más duros, y su descenso dibuja, año tras año y de forma prácticamente invariable, un distancia de diez puntos entre ambas economías que se mantiene en el tiempo.

La crisis rompió la convergencia con la UE, que solo un crecimiento sólido podrá recuperar

Todo ello, con una salvedad que conviene no olvidar y que empeora todavía más todos estos registros. Galicia pierde población, y por tanto la media de PIB por persona y año refleja un dato que se vuelve todavía más relativo, por decirlo de algún modo. En otras palabras, con estas estadísticas en la mano, para establecer comparaciones por años, toca dividir igual o similar nivel de riqueza entre menos habitantes, lo que da un resultado aparente más elevado. El efecto demográfico es una variable que debe presidir cualquier análisis de la realidad gallega, por crudo que resulte. Galicia ha perdido entre 2011 y 2014, cruzando datos provisionales del Instituto Galego de Estatística y el Instituto Nacional de Estadística, unos 25.000 habitantes de su censo. Frente a 1981, año récord cuando nos situamos por encima de los 2,8 millones, el descenso es de unas 65.000 personas. Entonces, representábamos el 7,5% de una población, la española, que prácticamente no ha dejado de crecer. Actualmente, somos el 5,8% y bajando.

¿Y qué tiene que ver la población con el desarrollo? Pues mucho. Por ejemplo, Galicia presenta un nivel de gasto público por habitante ligeramente superior a la media nacional. Pero, por el contrario, la financiación por habitante ajustado (incluye variables como la extensión, la demografía...) se sitúa por debajo. En general, es indudable que la pérdida de población y el envejecimiento juega en contra del proceso de convergencia, que se constata en la baja tasa de actividad gallega, frente a la española.

Al cierre de 2014 Galicia creció tres veces menos que España, un registro nada alentador

Lo dicen hasta los informes del BBVA Research, habitualmente amables en sus análisis frente al realismo del Foro Económico de Galicia. Nuestra economía tendrá en 2016 un PIB per cápita similar al del inicio de la crisis. Y ello gracias al componente demográfico, "que ha más que compensado la caída del PIB". Otra vez la aritmética. También aquí se apuntan claras divergencias. Cuatro datos: en 2013, el PIB per cápita gallego estaba un 35% por debajo de la UE-8, la tasa de ocupación era un 16% inferior, y la de actividad un 13%. Y el PIB por hora trabajada se situaba un 21% por debajo de esa media europea. Conclusión, a ojos de los analistas del BBVA Research: para poder avanzar en la convergencia con las economías más desarrolladas de Europa, el reto pasa por incrementar el empleo y la productividad. Tan simple como complicado.

Sobre este plató, el decorado va cambiando. Y resulta clave el ritmo de recuperación de la economía gallega frente a la española. Al cierre de 2014 Galicia creció tres veces menos que España, un registro nada alentador si lo que queremos es recuperar terreno. Podemos enfrascarnos en previsiones, que abundan más que las promesas electorales, frente a los datos ciertos que recogen las estadísticas del INE. Todo apunta a que
el primer trimestre tampoco ha sido bueno para la economía gallega, frente al avance de España. El dato de la contabilidad trimestral se conocerá en breve. Mal asunto.

Drones: cuando apostar es la alternativa

A VECES, el riesgo está precisamente en no arriesgarse. Sucede en Galicia y en otras latitudes, que buscan en sectores no maduros alternativas de crecimiento y empleabilidad. El aeronáutico es uno de esos oasis de futuro. Por ello, el anuncio de la Xunta para convertir Rozas, en Castro de Rei, en un polo de atracción para la fabricación de drones encaja en esa búsqueda de alternativas industriales en una comunidad demasiado dependiente de sectores que son ya tradicionales: automoción, naval, textil, Drones: cuando apostar es la alternativa agroalimentario... Sin despistarnos, apostar es la alternativa. Frente a dichos sectores y también frente a la inacción, el peor de los males para una economía y un país.

La apuesta de Feijóo tiene números: 45 millones hasta 2020, que en una primera parte irán destinados a la búsqueda, por ahora no demasiado definida, de un socio tecnológico. Y esa es la clave del proyecto: la captación de un gran consorcio internacional, modelo Airbus, para que instale una base de operaciones en Rozas. Para ello será imprescindible una mayor implicación del exquisito Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), dependiente de Defensa, un ministerio que a vece se parece demasiado a un centro de negocios. Descentralizar ese organismo será todo un reto.

Galicia sabe de drones, a pesar de las lagunas legales que pueden concicionar su rentabilidad a corto plazo. Es por ello que la apuesta tiene algo más de audacia. Empresas consolidadas como Coasa o Delta Vigo comparten cartel con auténticos inversores, como es el caso de Manuel Jove (Inveravante) que ven negocio en todo esto. Normal que la Xunta se arriesge. Es lo que hace falta.

JULIO FERNÁNDEZ GAYOSO. La hora de la verdad para la estafa de los contratos de las cajas

ESTABA previsto en esta ocasión para la próxima semana, pero finalmente arrancará el ocho de junio en la Audiencia Nacional. Es su segundo retraso en un mes. La vista oral por las multimillonarias indemnizaciones cobradas por los Pego, Gorriarán, García de Paredes y Rodríguez Estrada de turno, con la presunta complicidad del que fue primer presidente de la caja fusionada, el octogenario Julio Fernández Gayoso, será el momento de la verdad para ese gran fiasco que fueron las cajas, cuyo final se escribió en la penumbra, furtivamente y hurtando a la sociedad gallega algo más que dinero, también dignidad. Por todo ello, sin que hasta el momento tuviéramos constancia de un ápice de arrepentimiento, salvo alguna excepción, llega la solución final: un juez pondrá orden en un presunto fraude que ni administradores públicos, ni supervisores, ni reguladores, ni Parlamento gallego quisieron o pudieron resolver.

JOSÉ LUIS MÉNDEZ. El banquero que se hizo promotor desde la entidad que dirigía

LA verdad suele ser incómoda en muchas ocasiones. Demasiadas. Una salida precipitada de Caixa Galicia, con 16,5 millones de euros brutos, entre indemnización y fondo de pensiones, fue su también escandaloso broche a 30 años al frente de la extinta Caixa Galicia. Ahora sabemos que José Luis Méndez, que se refugia en consejos de administración de empresarios amigos, gobernó en función de sus intereses. Créditos millonarios de Caixa Galicia, por encima de los diez millones, para filiales de empresas promotoras y hoteleras de las que es socio, ahora a través de uno de sus hijos, que reparten sus negocios entre Tenerife y Mallorca requieren una explicación detallada. Todavía más si las promociones a las que iba destinada esa financiación acabaron en fiasco, y los créditos traspasados al banco malo, la Sareb, que gestiona los activos tóxicos de las cajas.

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