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Galicia tiene un plan

Más que un cambio de modelo, urge fijar nuevas pautas de crecimiento, y consensuarlas

GALICIA TIENE un plan del que muchos hablan pero pocos conocen. Es, en esa terminología tan manida como pertinente para la ocasión, la hoja de ruta que nos conducirá hasta 2020. Un plan estratégico sobre el que pivotan los presupuestos de este año, que en breve se aprobarán en O Hórreo. Sin embargo, ese mismo plan que fija prioridades y que fue presentado el pasado mes de mayo, pasó en su momento de puntillas por el Parlamento. Sin el matiz de las aportaciones de la oposición, tan sano en estos tiempos y tan conveniente si hablamos de futuro. Claro que había unas autonómicas a la vista, lo que atrincheró todavía más a sus señorías.

Es cierto que el Plan Estratéxico de Galicia 2015-2020 es fruto del debate, pero no precisamente político. Nace con esa tacha, pero no por ello es menos trascendente. Una rápida inmersión en sus páginas permite extraer conclusiones, y sobre todo ver un escenario que marca unas cuantas prioridades y expone las válvulas de crecimiento, en algunos casos innovadoras, en otros recurrentes. Especial mención merece el enciclopédico análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) que presenta el plan de la economía gallega. Galicia tiene ante sí un escenario de crecimiento sostenido los próximos tres años.


Galicia tiene un plan, sí. ¿Es ambicioso? Pues con estos números podríamos concluir que moderadamente optimista


La pregunta reside en saber si será suficiente para hacer olvidar la crisis. Esos siete años de recesiones continuas (de 2007 a 2015) abrieron un paréntesis, y a la vez echaron por tierra los cálculos y dejaron en papel mojado todas las previsiones contenidas en el anterior plan estratégico. Por ejemplo, la convergencia con Europa. En 2010, cuando se lanza el anterior plan y ya bien entrada la crisis, el PIB per cápita gallego estaba situado en el 90% de la media de la UE27. El programa establecía alcanzar el 95% en 2014.

Pues bien, todo fue hacia atrás, y solo dos años después de la presentación del programa, en 2012, el PIB per cápita gallego había retrocedido hasta poco más del 86%. Y siguió a la baja. Todo ello habla de la virulencia de la crisis. ¿Y ahora? ¿Cuáles son los ejes del nuevo plan estratégico y sus números más allá de la literatura conocida, esos 100.000 empleos que prevé crear la Xunta en algo más de tres años? Un recorrido por las principales proyecciones apunta a que en 2020 habremos recortado, en términos de convergencia con la UE, unos ocho puntos sobre el escenario actual, situando la tasa del PIB per cápita en el 88% de la media europea.

Con este planteamiento, no es descabellado hablar de prácticamente diez años perdidos. Y hacerlo con ciertas dosis de realismo. Cinco son los ejes que dibuja el plan, y les asigna presupuestos cada ejercicio, que es de lo que se trata. La chicha. De forma progresiva hasta el 2020, el gasto no financiero de la Xunta seguirá gravitando sobre las dos áreas de mayor esfuerzo actual (el empleo y la cohesión social, para sintetizar). Si en las cuentas para este año esos dos ejes se llevan el 85% del gasto no financiero, en tres años llegará al 86,1%. Por tanto, se mantendrá ese tópico que indica que los presupuestos serán siempre los más sociales.

Un área tan amplia, y a la vez tan cercana a las empresas, como el crecimiento, territorio, mar, agricultura, ganadería y montes será, por volumen, la tercera que mayores recursos recibirá, con algo más de 800 millones de euros. En su conjunto, el gasto no financiero de la Xunta crecerá en tres años algo más de 530 millones, según la previsión del plan estratégico, hasta llegar en 2020 a los 9.249, frente a los 8.718 de este año. El continuismo, por tanto, también resume estas proyecciones. ¿Y qué efectos tendrá el plan estratégico sobre la economía gallega en los próximos tres años? También hay respuestas.

El crecimiento del PIB previsto para este año, un 2,4%, se mantendrá, y en ningún caso se repetirá el techo alcanzado en 2016, sin llegar por tanto al 3%.Este crecimiento, y un problema añadido, el demográfico, permitirá que el PIB per cápita (por persona y año) gallego pase en cuatro años de ser el 89% de la media española a colocarse en el 93%. Y es precisamente el descenso de la población el gran nubarrón que asoma en las proyecciones del plan estratégico. Un descenso progresivo que nos llevará en 2020 a los escasos 2,6 millones de habitantes.


Mucho ojo con Donald Trump y su ardor proteccionista. No hay que pensar en Vigo ni en PSA. Habrá que estar atentos al aluminio


Galicia tiene un plan, sí. ¿Es ambicioso? Pues con estos números podríamos concluir que moderadamente optimista. Un poco más complicada será la creación acumulada de 100.000 empleos. Sin ir más lejos, 2016 se cerró con 17.613 nuevos afiliados a la Seguridad Social. Tomando esta referencia, de seguir el mismo ritmo, se quedarán en apenas 52.000 nuevos puestos de trabajo hasta 2020. Si nada se tuerce, claro.

Trump, Citroën, Alcoa y el comercio gallego
Ahora que el furor proteccionista de Donald Trump golpea a los grandes del automóvil (Ford, General Motors y Toyota) con un chantaje institucional en toda regla para resituar sus inversiones en Estados Unidos frente a México, conviene poner en valor la importancia de la industria del motor en Galicia.

Porque un día fuimos para Francia lo que México para Estados Unidos, una plaza idónea para invertir por sus bajos salarios, localización estratégica y relativa estabilidad. Hay que viajar en el tiempo hasta 1958, cuando se levanta en Vigo la factoría de Citroën. Casi sesenta años después, la fábrica es determinante para la economía gallega. Lo es tanto que repasar los registros de nuestra balanza comercial durante la crisis invita a la perplejidad. Veamos. Empecemos por lo obvio.

El motor representa, en números redondos y durante los últimos años, el 30% del total de las exportaciones gallegas. Nuestro principal socio, es decir, el gran destino de las ventas que realizamos al exterior, es Francia. Si vemos los datos de importación, comprobamos que lo que más compramos al exterior son también vehículos, que suponen el 26% de las importaciones gallegas. Y Francia vuelve a ser el principal origen (un 25%) de todas las compras que hacemos al exterior.

¿Tendrá todo esto algo que ver con la fábrica de Vigo, que al fin y al cabo es una planta de montaje que recibe motores de Francia y exporta el 90% de su producción? Mucho ojo con Donald Trump y su ardor proteccionista. No hay que pensar en Vigo ni en PSA. Habrá que estar atentos al aluminio, a Pittsburg, sede mundial de Alcoa, y a su política de inversiones. Es lo que toca.

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