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El monte pide un pacto ya

Las treinta medidas propuestas por Feijóo son una oferta de diálogo, y la oposición es clave

ABANDONEMOS DE una vez la retórica del terrorismo incendiario. Será un primer paso. ¿Escenas de terror, o terroríficas, el fin de semana negro de octubre? Sin duda. ¿Fuegos intencionados? Más que probable. Lo dicen hasta los fiscales que se dedican a ello, con muy poco éxito, por cierto, en la búsqueda de culpables de los incendios. Y hasta esto de encontrar a los responsables de quemar el monte también es cíclico; sucedió tras la ola de incendios de 2006: unos sesenta detenidos, la mitad absueltos. Como recurrentes son los argumentos, las críticas, y hasta las conclusiones de los análisis y comisiones sobre lo que el monte necesita, que es, básicamente, atención.

¿Cuándo se detecta realmente que un monte está abandonado por su propietario, probablemente afincado a cientos de kilómetros? Pueden transcurrir años. ¿Y cuántas quemas se habían autorizado para ese terrible fin de semana de octubre? ¿Cuántas se han permitido a lo largo del año? ¿Y las que se realizan sin permiso? Hacen falta respuestas, lejos de tramas y organizaciones criminales, y así nos acercaremos a la realidad de la intenciones, esas que acaban quemando de verdad el monte.

La dinámica del rural no se puede ver desde el mirador o la garita de un urbanita, por muy vigilante que esté. Por eso caen en un terrible error quienes abogan por la delación para descubrir a los pirómanos. Estéril empeño. Los incendiarios del sur y centro de Galicia, como los furtivos de A Costa da Morte que "van" al percebe en época de veda, tienen nombres, apellidos y hasta motes. Son conocidos en su entorno, para abreviar. Es una realidad con la que convivimos. Como también lo es que, siguiendo al profesor Juan Picos, que algo sabe de esto, en Galicia hemos usado tradicionalmente el fuego como una herramienta de gestión del monte. Es algo secular. Cuando empecemos a admitir todo esto, que son evidencias que describen una realidad, comenzaremos a ver la luz. Y sentaremos las bases de algo parecido a un pacto por el monte.

Viene todo esto a cuento de las treinta iniciativas que presentó esta semana Núñez Feijóo en el Parlamento. Son treinta enunciados, sintéticos, pero rotundos, de lo que se puede hacer para que el monte siga sien do un activo de la economía gallega, lejos del fuego. Cualquier grupo de la oposición, con honestidad, suscribiría esas propuestas, en buena medida porque algunas fueron reclamadas por algunos de esos mismos grupos tras los incendios de octubre. El mando único para todos los servicios de emergencias, por ejemplo. O la movilización de Bantegal, el Banco de Terras, como herramienta para ordenar las propiedades, más allá de las "incorporaciones cautelares" de parcelas con dueño desconocido, como se propone ahora, una suerte de expropiación sin serlo, un amago.

Sin duda, uno de los ejes que puede resumir y servir de retrato en esta nueva etapa que se abre es un punto que ha pasado casi desapercibido: la participación de los grupos parlamentarios en la redacción del Plan Forestal. Es ese el núcleo del "pacto de país" propuesto por Feijóo para el monte. Algunas de las medidas, además, se pueden incorporar a la Lei de Acompañamento a los presupuestos del próximo año, y también será buen momento para testar las voluntades políticas en torno a ese gran acuerdo.

Hay medidas efectistas, y que sin embargo pueden ser muy efectivas: equipos de investigación para apoyar a Policía y Guardia Civil, videocámaras de vigilancia en lugares estratégicos... Suena bien. Pero a la música le hace falta letra. Y eso son recursos, dinero. Cuando se logren pactar, si se logra, esas treinta medidas, llegará la hora de presupuestar las actuaciones, dotarlas. Y ahí entramos en otro universo. ¿Cuánto puede costar que el 100% de los concellos gallegos tengan bomberos o brigadas? ¿Quién lo pagará? ¿Cómo se va a financiar la limpieza de los montes en ese otro acuerdo transversal que plantea la Xunta a los ayuntamientos?

Bienvenidas las nuevas propuestas, también las que no lo son, y que inciden sobre aspectos que a todas luces han fracasado hasta ahora, como el caso de las Sofor, figuras societarias creadas para fomentar la agrupación entre los propietarios y empresarios del monte, para combatir el minifundio rampante. Apenas cinco sociedades creadas hasta ahora aglutinan unas 800 hectáreas gestionadas. Y hay más casos. Treinta medidas que a buen seguro concitarán pocas dudas entre la oposición. Y si la Xunta es hábil, cediendo también, ese "pacto de país" por el monte estará más cerca. Pero a esta mesa le falta una pata, y son los alcaldes, actores nada secundarios de este nuevo guión. El reto es mayúsculo.

La fórmula contra el paro llega de Portugal

LA lección llega del sur. Y es que Portugal, con poco ruido, ha logrado reducir su tasa de paro a la mitad que la media española. Ahí es nada.El desempleo en el país vecino, con un reluciente 8,5% sobre el total de la población activa, se sitúa también por debajo del conjunto de la Unión Europea. ¿Efectos de las políticas de la etapa de la troika? Pues todo parece indicar que no, porque el Gobierno de Lisboa incluso tiene actualmente unos planes de gasto público que le llevarán a incumplir los criterios de La fórmula contra el paro llega de Portugal déficit impuestos por Bruselas. A lo suyo, vamos. ¿Y cuál es la clave de esta súbita evolución, que lleva el desempleo luso a una tasa desconocida desde 2008? La respuesta está en la atractividad del país vecino. Para casi todo, inversión extranjera incluida, y también el turismo. Si atendemos a sectores y a regiones, vemos que el descenso del desempleo en el Algarve, zona de excelencia turística lusa, apunta al 5%, barrera que viene a representar, en la práctica de los manuales de economía, el pleno empleo. Más argumentos. El turismo ha creado en el último trimestre más puestos de trabajo que la suma del generado por la construcción y la industria, y compensa con creces los retrocesos de sectores como la pesca o la agricultura. Podría ser un simple eslogan, pero Portugal está de moda. Por ejemplo, para el turismo español, que tras la crisis, y con rentas bajas, tiene que afrontar destinos asequibles, caso portugués. Pero no solo para el turismo es atractivo el país. La decidida política de captación de inversión exterior también está dando frutos. Que se lo pregunten a muchas empresas gallegas.

Amancio López: Un chantadino que sigue apostando por Hotusa en Cataluña

CON Mariano Rajoy en La Moncloa, Amancio López Seijas es quizá uno de los empresarios mejor informados de este país. Y, sobre todo, de la situación en Cataluña. Lo es por doble vía en este caso. El chantadino, que acaba de celebrar el cuarenta aniversario de la central hotelera Hotusa, es de los pocos que no ha movido ficha en todo este éxodo de cambios de domicilios sociales y fiscales por parte de empresas catalanas derivados de la crisis secesionista. Amancio López parece tener otras preocupac i o n e s , como la expansión internacional del grupo, que acaba de poner otra pica en Miami, o el proceso de sucesión que comienza a vislumbrarse en la empresa que creó, con especial relevancia para su hija. López Seijas se cuida mucho, y sigue puntualmente cada semana en Barcelona las tertulias de la Cope que patrocina en el Eurostar Gran Marina, uno de sus hoteles. Sus opiniones sobre el procés son bien conocidas.

J. M. Fernández de Sousa: El lobby político de PharmaMar no acaba de funcionar

QUE le pregunten a José María Fernández de Sousa-Faro por la volatilidad de los mercados. En una sola jornada, y tras anunciar lo más que cantado, que la Agencia Europea del Medicamento va a tirar abajo uno de sus nuevos ensayos, las acciones de PharmaMar se han desplomaron más de un 30%. La que antes fue Zeltia representa, sin embargo, la mayor apuesta biotecnológica gallega, aunque lo haga desde Madrid, donde está su sede. Fernández de Sousa-Faro es un tipo tranquilo, que sigue confiando en esa botica que representa el mar, fuente de recursos para los fármacos del grupo. Quizá falte en toda la estrategia del grupo un pelín más de labor de lobby ante Europa. Y eso que en su consejo de administración brillan ex ministros como Carlos Solchaga, Ana Palacio o Eduardo Serra. ¿Será que hace falta algo más para que PharmaMar brille?

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